Usted tiene la bala
y yo tengo la finura irónica de la palabra.
Además,
mi palabra no mata,
aunque hiere si yo quiero
(hiere en defensa propia)
y se revuelve y se enrosca
y se hace serpiente venenosa
que después muda de piel
y cambia de textura y tacto.
Mientras tanto repito lo dicho:
su bala...siempre mata.

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