Estamos tan dichosamente embutidos en nuestros disfraces
que al final,
creemos que nos hemos transformado en algo distinto.
Pensamos que no somos los mismos de antes,
que gracias a nuestra puta paciencia y curiosidad de mierda
y a nuestro patético conocimiento adquirido por el camino
pensamos que estamos perfectamente adaptados a todo lo nuevo
y que sacamos el máximo provecho a todo lo viejo.
Y como epílogo final:
no os voy a decir que vivimos engañados...
pero casi.
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