Hay días, como hoy, en que pones una palabra y todo se desliza y van apareciendo palabras y más palabras y sin forzar demasiado y con sólo tirando del hilo y con sumo cuidado, vas recogiendo la pesca. Y salen palabras de todas las especies y eso es un congrio y esto es un besugo y lo de más allá, es un mejillón. Y sin poner cebo, ni gusano, ni mejillón machacado, solo el sedal y punto. De todas formas parte de esto, puede ser por el día que hace, pues no sería extraño que al salir a la calle fueras saludando peces, pulpos y hasta un tiburón hambriento. Es tal la sensación de pecera, que parece que estás bajo el agua.
De todas formas entre saludar a algunas personas o entre saludar a un pulpo, no hay tanta diferencia, pues por la sencilla razón que a veces un pulpo es mejor y más inteligente que algunas personas. Hay personas tiburón, que se le nota por la forma del morro y por esos dientes siempre dispuestos y afilados, para ver si se comen algo de lo que sea y por supueso, ellos van a por el pez más débil. O sea son buscadores de la debilidad ajena y están al acecho de todo lo que huela a miedo. Tiene un olfato muy desarrollado y por ellos, huelen a distancia el olor agrio del miedo.
Porque el miedo huele y sabe. Y huele a sudor agrio y sabe a ácido de las profundidades más remotas. Y estos señores tiburones y buscadores de la debilidad humana, buscan y rebuscan y tampoco es tan difícil encontrar algo, porque por desgracia en éste mundo, hay mucho más miedo del que se necesita. Porque el miedo se necesita, pero hasta cierto punto, un poco de miedo viene muy bien, pues te hace estar alerta y sobre todo, te hace ser prevenido. Pero el miedo en abundancia, te deja inválido y paralizado y de eso se aprovechan esas almas maliciosas, que se llaman tiburones humanos.

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