Hoy es día 7 de Julio y es el día que comienzan los San Fermines (en realidad, los San Fermines me importan un carajo, pero tenía que decirlo). Me gusta este acontecimiento, me gusta verlo a primera hora (y por eso creo que es por lo que me gusta) y eso que a mi no me gustan las corridas de toros (las repudio y por salvajes y animales), pero esto es distinto, le encuentro un no se qué que me atrae. Quizá sea, porque en el fondo siempre pensé en ir a los San Fermines y ser uno de los corredores y correr como una fiera o mejor dicho delante de la fiera y eso si, siempre salía de rositas de la cornamenta del toro (creo que más que un sueño, fue una pesadilla). Pero tampoco siento frustación por ello, pienso que tengo cosas que para mi son mucho más importantes, cosas pendientes, reales y futuribles. Me queda muchísimo por ver y por viajar, me queda tanto que podría escribir un libro lleno de lugares pendientes y es que además yo he viajado muy poco, conozco España y no del todo y un casi nada de paises europeos. Más lejos, no conozco nada.
Últimamente me muero de ganas por viajar y me pasa por la cabeza: la Toscana, Portugal de mis amores, Marruecos y tirando para arriba, Suecia, Islandia y Finlandia. Son sueños de una noche de verano, son sueños producto del calor entre las sábanas, aunque el que sueña mucho, al final siempre retiene y aunque sea a un sólo sitio de éstos, iré a parar con mis desgastados huesos. De momento tengo casi asegurado ir a un sitio mágico, que no es ningún sitio de los anteriormente mencionados, es un sitio que ya conozco pero que vuelvo encantado de volver, es Tarifa, la tierra del viento. Como tengo que ir por otros asuntos personales, pues aprovecho el viaje y es que me encanta la idea. Y si ya me dejaran la casa a la que he ido otras veces, entonces sería para volverme loco. Una casa que está en la montaña que hay por detrás de la playa y que linda con el Parque de los Alcornocales y que sus vistas son un espectáculo, se ve Tarifa y su linda playa, el océano Atlántico del Estrecho y como telón de fondo Marruecos con sus montañas tocando el mar. Estoy enamorado de éstas vistas desde esa casa, es como un balcón que abre sus puertas al mundo.
Esas otras veces que aterricé en Tarifa, fue con mi familia y con un surtidillo muy variopinto de niños, o sea con mis tres hijos y algunos de sus amigos. Recuerdo los caminatas por el Parque de los Alcornocales. Los baños y paseos por sus playas. La duna de Bolonia. Las noches tumbados en la hierba viendo la cúpula del cielo y contando estrellas fugaces. El precioso pueblo de Tarifa mostrando sus encantos, la gente que lo pasea, el ambiente de kitesurf y de winsurf, la playa llena de cometas de todos los colores y el viento, el viento que azota continuamente y que no te da un respiro, pero que te embriaga. Ese mismo viento que antes alejaba a los guiris y hoy los atrae como moscas, el viento que moldea dunas inmensas y que remueve conciencias, un viento purificador y que a veces te hace enloquecer, el viento de Levante, él es el rey de éste recóndito lugar yes en concreto, el punto más al sur de Europa. Y enfrente África, África guardando con recelo ese halo de misterio, ese continente para mí aún es desconocido, esa tierra llena de secretos ancestrales y que emite energía, sólo viéndola desde enfrente ya sientes la llamada de la selva o del desierto o de las extensas estepas o la llamada desde el mismo, Kilimanjaro. África es otro continente en todos los sentidos y me siento atraído por las insinuantes curvas de su figura, es una atracción fatal, fatal pero me encanta observarla desde esa casa.

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