Es de observar el vacío general en todo lo que
me rodea,
el tibio y tímido sol de ésta tarde
es más tímido que nunca,
las nubes grises campan a sus anchas como buscando dueño,
un perro camina pensativo
quizás esté pensando...
¿qué le pasa a los humanos?,
¿porqué están encerrados en su casa a cal y canto?,
al mismo tiempo un hombre cambia de acera,
quizá busque un sitio figurado que permanezca abierto en su
cerebro,
un coche pasa despacio,
mucho ruido y pocas nueces (pienso yo),
es ruido de motor diesel
(ronco, grave y pausado)
y pasa con toda la pomposidad posible,
como si el conductor fuera degustando el paisaje desértico,
pero señor...
¡váyase para casa!
y deje de expandir al dichoso virus asesino,
claro que a 50 metros de donde estoy
(aclaro, que estoy en mi casa),
hay cola para el super
y hay cola para la farmacia
y allí se presentan todos los adictos del pueblo,
en fila india y a dos metros de distancia,
pero el problema que hay
es que casi siempre son los mismos
y uno compra una zanahoria
y para hacerse la sopa del día
y el otro, medio kilo de fruta
y así al día siguiente tienen asegurado tener que volver
y a por otra zanahoria
y a por otro medio kilo de fruta
y así todos los días
y ya que estamos
vamos a la farmacia
y así pido algo para el dolor de cabeza
y una crema para las cejas
y de paso... me peso
y yo añadiría
y así me peso los huevos o los ovarios,
pues hay que tenerlos grandes e inmensos
y después quieren que yo me crea lo de la cuarentena,
cuando lo que había que hacer es...
usted no tiene justificación para estar en la calle,
pues a chirona y con cadenas desde la cabeza a los pies
y sino caben en chirona por overbooking
pues ¡a galeras a remar!.
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