Quién me iba decir a mí
que viviría lo que ahora estoy viviendo.
Yo que pensaba
que la ternura estaba desaparecida,
que moriríamos envueltos en sacos de plástico
y bajo capas de ozono superpuestas en capas de cebolla.
Yo que pensaba que los ríos estarían destinados a ser alcantarillas,
y que los mares y océanos serían caldo recalentado
para cultivo de bacterias y virus...
Pues pasa que ahora pienso... no lo contrario,
para tanto no da la cosa,
pero me siento más atenuado en mis pensamientos más oscuros,
y la negrura evoluciona a tonos grises aterciopelados
y hay días en que me levanto
y no sé... y me digo...
delante de mi tengo un día grande y hermoso,
de sol suave y primaveral,
fresco, porque ha llovido en la noche
tierno, porque después de llover siempre se pone tierno
entrañable, porque los sonidos son como ecos evanescentes
que se me hacen interminables.
Y tú, me digo,
quién seas tú (me vuelvo a decir),
no esperes más de lo que te pueda dar,
aquí no hay misterio ninguno,
soy humano y tengo carne, huesos
y una piel
que muda como la de las serpientes,
una vez al año
y un alma que me sale entre los dientes
y te puedo jurar
que sobre mis huesos
crecerán las flores más hermosas del cementerio.

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