Me siento en la roca de añorar y cuento el rito y el descalabro, que los pájaros vuelan entre tejados, que fui feliz en el delicado refugio de su vientre. Busco la poesía en lo que digo desde el borde de la sangre que amenaza con anegar mis venas de cordura. Los perros del alba hacen guardia en los altares. Soy mi propio verdugo, me corto el cuello y continúo, empapado en la energía que derroché, mojado de nostalgia. Solo los ausentes comprenderán la ausencia.
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QUERIDOS Y QUERIDAS
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