BENDITA ESQUIZOFRENIA. Parte 1ª (2.014)

 El virus de la gripe se presentó ante mí, sin previo aviso y sin enseñarme su tarjeta de visita. Entró como siempre entra, sin decir nada, sin siquiera tener el detalle de saludarte previamente, ni tan siquiera un hola o un que tal o si te viene mal ya vendré otro día o en otro momento. No dejó opción y como es un voraz asesino entró a trapo, se coló por todos los recobecos de mi cuerpo y sin más se instaló cómodamente. Se fue directamente a mi sala de máquinas, en pleno epicentro de mi cerebro y ahí con el mando a distancia, empezó a hacer furibundos ataques. Primero, desconectó las luces de emergencia de mi cerebro y para ello, hizo saltar los plomos. Después, también cómodamente instalado en un gran sillón de cuero, empezó a hacer zapping. Saltó de cadena en cadena a ritmo acelerado y mandó órdenes de que sus súbditos se instalaran en todas las articulaciones. Aquí, sus súbditos obedientes montaron sus tiendas de acampada. Encendieron las hogueras y empezaron una gran fiesta. Se pasaron la fiesta, bebiendo orujo a espuertas, cantaron hasta quedarse mudos, hicieron crecer las llamas de la hoguera a la altura de un rascacielos, se lo pasaron pipa y al final entonaron el "Asturias Patria Querida". Claro que mi cabeza y mis pobres articulaciones no se lo pasaron tan bien, más bien lo contrario. Se quejaron con gritos y chirridos de pura agonía. La cabeza y las articulaciones se pusieron al rojo vivo y el dolor se convirtió en mi compañía.

 Además éste virus asesino liquida todo lo que encuentra. Penetra como un taladro en tu córtex cerebral y llega hasta tu disco más duro y más, íntimo. Entonces crea una verdadera "desfeita": destroza sentimientos, pone del revés los sentidos y de un sólo plumazo, borra tus recuerdos y tus sueños. Es un depredador nato, es la muerte con su guadaña, vestida de virus. Inflama tus meninges y tus huesos. El latido de tu cabeza se torna insoportable. Y lo peor, es que no hay cura. No hay antiinflamatorios ni demás hostias que calmen la maldad de éste bicho. Es insaciable y se sabe todopoderoso. Yo lo veo con el mando a distancia entre sus manos, jugando una partida a los barcos hundidos, sólo que en éste caso son mis articulaciones y lo poco que me queda de cerebro. Lo veo, con una sonrisa de sorna, cuando no a carcajada limpia. Se destornilla con su poder, se mea y caga sobre tu cabeza.
   Me duele todo, todo absolutamente todo. Desde las pestañas hasta las cejas, desde las tuberías más finas hasta las que llevan la mierda más gruesa. Me duele desde el Occipucio hasta la Médula, desde los pies hasta las entendederas. Voy capeando, como puedo, éste chaparrón de suplicios víricos, pues al fin y al cabo, siempre queda un consuelo: el virus se irá por la misma puerta que entró o eso espero.
   Ahora, que estoy en plan pseudofilosófico (digo pseudo pues la gripe ya se encarga que lo demás sea una verdadera mierda), pues me viene a la mente que fue de mi vida anterior. !Hostia que profundo me pongo!. Me pregunto, que fue de aquél Bruno anterior al de ahora. Que fue de aquel Bruno que se arrastraba por los lodazales de las siniestras marismas y mendigando, cariño. De aquél Bruno que nadaba sin rumbo por los mares de las dudas. De aquél Bruno que siempre tropezaba con el mismo obstáculo y se daba unas hostias que no veas. Que fue de aquél Bruno, que ejercitaba meditación con las pastillas adormideras. De aquél Bruno, que transitaba con una mochila siempre cargada de angustias y miserias. De aquél Bruno, que siempre tragaba y que apenas se rebelaba. Sí, ¿ que fue de él?,  ¿donde está?, ¿qué hace?. Muchas preguntas y una sóla respuesta : a ese Bruno anterior, yo mismo le hice el finiquito. Lo despedí por matraca y por ser un impresentable. Lo dejé envuelto en su manto de miserias y de penas y después, lo tiré al río. Lo afilié al PP para que se entretuviera chorizando cosas. Lo dejé sólo con su escudo y su armadura de metal de metacrilato. Le hice un corte de mangas para que se fuera directamente, al carajo. Le enseñé el camino para que se fuera a tomar por culo.
   A ese Bruno anterior, ahora en éste mismo momento, quizá lo esté viendo más cerca. Puede que sea, por mis debilidades gripales. Pero que lo vea más cerca, no indica apenas nada. No por ello, mi actual yo, lo comprende. En tal caso sólo lo entiende. Lo entiende, por los tragos que pasó, lo entiende pero a la vez, no lo comprende. Éste nuevo Yo, es un Yo intransigente, no admite ciertas dudas y debilidades. Al tiempo, que es un Yo analítico y es capaz de ponerse en el pellejo del otro, en éste caso en el pellejo de mi yo anterior. Se pone, pero insisto, no lo entiende.


  


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