Día 12 de Junio y es Jueves. 25 grados a las 18 horas en punto. Lo cual indica que hace unas pocas horas la temperatura rondaba los 30 grados. Calor de verano, calor húmedo en esta Isla que está rodeada de mar por todas partes y eso nos agobia más y hasta hay algunos, que los envilece y los hace ser peores personas. Yo porque estoy con mi aire acondicionado y pertrechado en mi sala de estar y de escribir. Yo ahora no salgo a la calle, ni aunque me paguen ni aunque me lo pidan de rodillas. Queda claro, que a mi el verano me agobia por mis cuatro costados y desde los pies a la cabeza. No soy rígido con esto, pero si soy muy disciplinado ante este sol tan agresivo, que primero, pica. Que en segundo lugar, escuece y poco a poco va profundizando en tus capas de piel y entonces, se empieza a enrojecer y hasta que por fin, te empieza a doler como un dolor de muelas. Eso me pasaba antes, años antes y porque de aquellas, era un adorador del sol. Claro que nada comparable a lo que era con el sol, mi madre. ella se pasaba horas y más horas y se dormía con su fritura de piel y se despertaba un momento y se daba la vuelta para quemarse por el otro lado de su cuerpo. Y no murió de un cáncer de piel y porque se lo había ganado a conciencia, pero no y ella murió de un Ictus hemorrágico masivo que la dejó como un guiñapo de piel retorcida. Pasó sus últimos años en una residencia de mierda, pero más no podíamos hacer y porque su dependencia física era cuando menos que bestial. Estoy seguro que en esos últimos años de su vida, no se enteraba de nada y porque no te reconocía, su mirada estaba vacía y hueca, no reaccionaba a ningún tipo de estímulos y tengo que decirlo claramente, estaba más muerta que viva. De todas formas, fue una muerte muy jodida.
Ella lo decía. Ella odiaba el morir de esa manera tan tétrica. Y lo decía y lo repetía de una manera tan insistente, que al final tú mismo llegabas a pensar que nunca se moriría así. Pero ya sabemos todos que el que reparte números para morir de una manera o de la otra, es un pedazo de cabrón que se ceba con los que quieren escoger su manera de morir. Él te dice, lo tuyo es un simple deseo y como el que manda soy yo, pues yo te digo como coño vas a morir. Y ese fulano no tiene compasión ninguna y además te vuelve a repetir, tú cuando naciste sabías que algún día te ibas a morir y el como y el cuando, pertenecen al terreno de mis propias decisiones y para eso estoy aquí. Y no vengas con milongas de lo que tú prefieres. He vivido toda una eternidad para ser bueno y el mejor en mi oficio y nadie me impondrá su puto criterio. Ni la pasta puede conmigo, ni los rezos, ni las ruegos y plegarias. En realidad soy ese ser inhumano que dictamina el como va a ser tu muerte y no tengo piedad con nadie.
Algo de esto que he dicho, debe de ser así y yo veo al menda vestido de negro impoluto y con un portátil donde va anotando el como será la muerte de cada uno. Lo veo de pie y con una sonrisa entrecortada y porque sino se estaría muriendo de la risa, pero como tiene que hacer bien su papel, se queda en una medio sonrisa y entre socarrona y neófita. Pero no preocuparos mucho por el tema, él nos mandará un email antes de empezar a espicharla y hay quién lo borra del mapa y hay quién lo lee a conciencia y entonces, empieza un proceso de lenta o rápida agonía. Como decía antes todo depende del tío, de como le vaya el día, de si le ha tocado la lotería o de si le dejó su novia de toda la vida.

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