EL FRÍO Y EL CALOR


 Pues hoy es Lunes y otro puto Lunes en mi camino, un camino que precisamente no siempre fue de rosas y menos lo fue en un Lunes. Aunque a esa manía que le tengo a los Lunes viene de lejos, de muy lejos y empezó en mi tierna infancia y han pasado siglos por el medio, pero hay cosas en ésta vida de perros, aunque se debe reconocer que a veces, tuvo sus grandes e inmensos momentos alucinantes. Pero bueno, aterricemos de nuevo y volvamos a los Lunes. Domingo por la tarde y ya estaba temblando y porque odiaba  que mañana fuera Lunes y tener que volver al Colegio y madrugar y aterido de frío y porque mira que pasé frío en mi infancia. Aunque también debo reconocer que yo soy muy friolero y no sé el frío venía de fábrica o si el frío de aquellas días de invierno se me quedó grabado en mis huesos y en mis carnes. Yo sé que el frío se quedó conmigo y pensamiento peor al respeto, es que una vez que esté muerto estaré más frío que ahora. Aunque en realidad, yo soy excesivamente sensible al calor y al frío y el calor de verano no lo soporto y al frío otoñal e invernal lo aguanto y gracias a mi estufa de leña. Y eso me hace pensar, que cuando venda éste preciosa casa en la que vivo y por ejemplo compre otra casa o piso y puede que en otro sitio, pero más adaptada a mis necesidades como viejo que soy y porque no necesito vivir en un palacio (es un decir lo de un palacio, pero  figuradamente para mí lo es y porque me encanta su estructura de techos altos, de habitaciones y cuartos de baños inmensos , el precioso y trabajado estuco que adorna las paredes de las escaleras) de 330 metros cuadrados y planta baja y dos pisos más, aparte del sótano y todas las escaleras que hay que subir y que bajar y entonces mi idea sería comprar una casa más adecuada a mis condiciones. Claro que si fuera un piso, tendría otro gran problema y por tanto que decir adiós a mi estufa de leña o una chimenea. Y que sería de mi vida con todo ese frío que llevo dentro.

Cuando fuí a la Universidad nos alquilaban una verdadera mierda de casas y eran tan frías y tan húmedas que sus paredes que en principio eran blancas al cabo de un mes de malvivr allí, el blanco de las paredes se había transformado en un negro abigarrado que indicaba el nivel de humedad y moho que había en aquella mierda de casas o pisos y de nuevo allí, volví a sentir el mismo frío que presidió parte de mi infancia o peor. Meterse en aquellas camas era todo un poema malo y mal contado, las sábanas estaban pegadas las unas a las otras y como si llevaran una especie de pegamento y el frío y la humedad que había bajo aquellas sábanas pringosas era peor que la que había afuera. Y frío y frío y de nuevo, mucho frío. Y de aquellas se usaban un tipo de estufas que tenían dos tubos que se ponían incandescentes y esa era la fuente de calor y debido al frío y a que la potencia calorífica de esa estufas era una mierda, pues te ibas pegando de cada vez un poco más a aquellas barras incandescentes y al final, casi llegabas a quemarte. Y por eso algunas veces, hasta te salían Sabañones que dolían de cojones. Pero claro esa puta mierda de estufas era nuestra tabla de salvación. Y cuando aún ahora, veo una estufa de ese tipo, de nuevo vuelvo a sentir frío.

Después y cuando ya me puse a trabajar, alquilé una casa en el pueblo donde trabajaba y cuando la alquilé estaba recién pintada, pero más o menos al mes de estar allí viviendo, las paredes se fueron tiñendo de negro y nuevo volví a sentir el frío en mis huesos. Pero entonces y como ya curraba, me pude comprar dos estufas de leña (aunque creo que con una llegaba) y sobre todo una de ellas, la encendía a principios de Septiembre y permanecía encendida hasta mediados del mes de Junio. Y esa inmensas manchas negras que decoraban mis paredes, fueron desapareciendo y porque definitivamente, el calor había triunfado.














 

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JULIO CORTÁZAR