Ya se apaga el sol y los hombres caminan y lo hacen hacia el mar. El mar está
cerca de mi casa, está a menos de cien metros y ahora me voy a sacar al
perro y a llenarme los ojos de paisaje. Después a la vuelta ya os
contaré mi experiencia, que os va a gustar, seguro. Adeu...
Menudo paseo, ¡que pasada! y eso que estoy harto de hacerlo, pero es imposible de cansarse de sus vistas. A escasos cien metros, de repente el mar meditérraneo y enfrente una pequeña isla que es un antiguo Lazareto, una verdadera preciosidad y como telón de fondo la Fortaleza de la Mola, una mole de fortaleza tallada sobre la piedra de aquí, el marés y todo se ve superpuesto, una belleza tras otra. Se baja al muelle o paseo o puerto y menudo cambio de ambiente, de repente te ves en un pueblo de película, de esas películas que se rodaban en el mar Mediterráneo y cuando veía esas embarcaciones tan características y ese mar tan lindo, siempre pensaba que alguna vez estaría allí, en un pueblo como aquél y mira por donde ahora lo tengo aquí, aquí, delante de mis narices. Un deseo menos que tengo que cumplir. Después el mar como un plato, un mar silencioso y casi sin olas, porque en días como el de hoy, que son muchos, las olas de éste mar no rompen contra el muelle, las olas lamen el muelle.
El resto del paseo, consiste en seguir recorriendo éste muelle peatonal y empaparte con todo. La Cala está llena de bares, con guiris comiendo y tíos y tías bebiendo una birra, mientras miran la espléndida postal que tienen delante de sus ojos. Yo sé por dentro, que todo es un decorado muy bien puesto, pero que dá envidia comer con esa vista, pero debido al pufo asesino que te meten en el pecho, te olvidas de la comida y te tomas un agua, o una birra o una coca o lo que sea, pero lo que tomes, seguro que merece la pena. Hay que andar un poco más, para llegar a una zona del muelle más despejada de guiris y la música que ponen suena a música celestial, pero eso pasa porque vas alucinado. Por último, se sube un pequeño repecho y se coje el camino de vuelta y con la misma vista pero a la inversa, y a 6 metros de altura sobre el muelle. Ahí te paras a saborearla un poco, a cogerle el regustillo y grabarlo con tú cámara cerebral, para que no se te olvide nunca que éste pueblo existe y que además es el mismo pueblo en el que yo vivo. Una preciosidad de pueblo y que se llama Es Castell (Menorca)..
Menudo paseo, ¡que pasada! y eso que estoy harto de hacerlo, pero es imposible de cansarse de sus vistas. A escasos cien metros, de repente el mar meditérraneo y enfrente una pequeña isla que es un antiguo Lazareto, una verdadera preciosidad y como telón de fondo la Fortaleza de la Mola, una mole de fortaleza tallada sobre la piedra de aquí, el marés y todo se ve superpuesto, una belleza tras otra. Se baja al muelle o paseo o puerto y menudo cambio de ambiente, de repente te ves en un pueblo de película, de esas películas que se rodaban en el mar Mediterráneo y cuando veía esas embarcaciones tan características y ese mar tan lindo, siempre pensaba que alguna vez estaría allí, en un pueblo como aquél y mira por donde ahora lo tengo aquí, aquí, delante de mis narices. Un deseo menos que tengo que cumplir. Después el mar como un plato, un mar silencioso y casi sin olas, porque en días como el de hoy, que son muchos, las olas de éste mar no rompen contra el muelle, las olas lamen el muelle.
El resto del paseo, consiste en seguir recorriendo éste muelle peatonal y empaparte con todo. La Cala está llena de bares, con guiris comiendo y tíos y tías bebiendo una birra, mientras miran la espléndida postal que tienen delante de sus ojos. Yo sé por dentro, que todo es un decorado muy bien puesto, pero que dá envidia comer con esa vista, pero debido al pufo asesino que te meten en el pecho, te olvidas de la comida y te tomas un agua, o una birra o una coca o lo que sea, pero lo que tomes, seguro que merece la pena. Hay que andar un poco más, para llegar a una zona del muelle más despejada de guiris y la música que ponen suena a música celestial, pero eso pasa porque vas alucinado. Por último, se sube un pequeño repecho y se coje el camino de vuelta y con la misma vista pero a la inversa, y a 6 metros de altura sobre el muelle. Ahí te paras a saborearla un poco, a cogerle el regustillo y grabarlo con tú cámara cerebral, para que no se te olvide nunca que éste pueblo existe y que además es el mismo pueblo en el que yo vivo. Una preciosidad de pueblo y que se llama Es Castell (Menorca)..

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