Ay miña terriña, como che boto de menos. La echo de menos, es verdad,
pero quizá echo más de menos, la Galicia de mis años jóvenes y de mi
infancia. La última vez que fuí por miña terriña, fuí con una amiga de
aquí, de la Isla y yo me llevé a mi hijo pequeño y ella al suyo. Y me
acuerdo que yo estaba entusiasmado como un niño y los primeros síntomas
de mi "brote", los noté al llegar a Santiago. No sé si llegamos cerca de las
12 de la noche y bastante cansados, pero yo no podía quedarme sin ver
Santiago de noche y nos fuimos a recorrer sus calles. Que preciosidad,
seguía igual que cuando la dejé, la misma lluvia, el mismo frío, la
misma piedra y la misma belleza.
Al día
siguiente cogimos rumbo a Costa da Morte, entrando por la ría de Muros y
fuimos picoteando en cada pueblo, pequeños y cortos paseos, pues era
tal mi impaciencia por querer enseñarle todo, que si bajaba en un pueblo
yo ya estaba pensando en el siguiente. Muros precioso, como siempre y
la próxima parada fué en el pueblo de Ézaro y allí nos paramos a comer, a
comer como auténticos cerdos, estaba todo delicioso y hacía tanto
tiempo que no comía un buen pescado, que casi me muero de la enchenta.
Después a Corcubión y Finisterre y aquí si tengo que hacer un kit-kat,
pues empecé a tener una sensaciones raras o sea me estaba gustando todo,
pero tenía un sabor extraño y seguí dándole vueltas, hasta que caí de
la burra. Y era que que estos dos pueblos tenían cicatrices de la época
del ladrillo, habían construído a lo bestia. por lo menos yo lo sentía
así, pues mi recuerdo era más amable y entrañable. Entonces muy bien
pero no tanto, pues la película que yo tenía en mi coco, ya no coincidía
tanto con la realidad urbanística y eso la verdad, es que te deja
chafado.
Desde Finsiterre seguimos camino hacia A
Coruña y a base de meterme los tojos por mis ojos, espléndidos haciendo
alfombras amarriilas, se me fué olvidando ese sabor de boca. En las
grandes ciudades, ya no noté tanto, el cambio que supuso el ladrillazo,
se nota pero no es tan cantoso. Al día siguiente, Betanzos, como siempre
maravilloso y seguimos hacia abajo hasta llegar a Vigo. Vigo mi ciudad
natal, que ya me resulta desconocida desde hace muchos años. Faltan los
descampados de mi infancia, los tranvías, los árboles y en lo que no
cambió, es en sus cuestas empinadas y su caos circulatorio y urbanístico
y bueno su ría, su linda ría. La ría que vi cuando nací y que después
posteriormente recorrí por todas sus esquinas. Para mí, Vigo es su ría y
lo demás son casas y coches y bajadas y subidas y caos, mucho caos y
ruidos y más ruidos y esa maraña cada vez más grande de edificios que
van tapando las vistas a su tesoro, que no es el tesoro de Rande, es la
Ría de Vigo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario