Tan cerca estuve de tocar el cielo,
que aún hoy, ¡no me lo creo!,
y hasta lo toqué por un instante,
salté y salté
y salté tanto,
que lo pellizqué,
y me quedé con un trocito de su cuerpo.
Ahora guardo esa bolita de algodón,
Ahora guardo esa bolita de algodón,
y la guardo dentro de mis sueños,
en la sección de los sueños placenteros,
y en el apartado,
de mis sueños más excelsos.
De vez en cuando lo saco y lo admiro,
De vez en cuando lo saco y lo admiro,
lo toco y lo retoco,
y pasan las horas y lo sigo sobando,
pues su tacto es piel de melocotón,
y es especial, sensual y divino.
Del cielo vengo y hacia el cielo voy,
Del cielo vengo y hacia el cielo voy,
y no admito estaciones intermedias,
no creo en purgatorios y limbos,
creo en cúmulos, nimbos y nubes lenticulares,
creo en lo que veo,
en lo que veo, toco, oigo y siento,
y siento que yo voy a estar en el cielo,
a la vera de dios y cerca de santo Job,
pues me tengo ganado ese sillón a pulso,
y gracias a mi paciencia infinita,
y eso se merece un premio y una recompensa,
y esa no es otra,
que poder subir por las escaleras que van al cielo.

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