Hoy no me siento brillante y brillante como un diamante. Hoy me siento íntimo y discreto o al ralentí, que le llaman. Me siento más motor diesel, de poquito a poco y sin acelerar demasiado. Me siento pequeñito pero potente, igual que esos Remolcadores del puerto, que siempre me alucinaron con la potencia que llevan en sus entrañas y como arrastran esos edificios flotantes y que algunos llaman Barcos transatlánticos. La imagen de Puerto la llevo grabada en las venas, pues desde pequeño mamé del Puerto de Vigo.Mi padre era de esas personas que pensaba que el Domingo tenía algo especial y le gustaba ver el Puerto y sus barcos. Cuando llegaba un gran barco transatlántico le gustaba ir a verlo y si se podía o nos dejaban, a verlo por dentro. De todas formas a mi nunca me entusiasmaron esas ballenas de acero, estaba convencido de que esos edificios tan altos e inmensos no te daban contacto con los mares, es decir, que si sabías que ibas en un barco, pero salvo el pequeño balanceo de las olas, por lo demás podías estar igualmente en un Casino u Hotel plantado en la Tierra.
A mi me gustaban más los Remolcadores, pequeños pero todo potencia, no sé pero sentía que con su potencia podían atravesar las olas y los Barcos Pesqueros siempre rodeados de gaviotas y de ese halo de misterio. Y sobre todo los Veleros, esbeltos y dependientes de los vientos. Pero los Barcos inmensos nunca me gustaron demasiado. De todas formas yo soy de mar y porque nací a sus orillas, pero de espíritu marinero tengo poco, me mareo fácilmente y ese mareo que da el mar, es para mi es un suplicio y una tortura china. Soy más de ver el mar, que de dejarme llevar sobre sus aguas.
Cada vez que pienso que tuve amigos que se iban a los caladeros del Norte de Irlanda, a los del Gran Sol y cuando pensaba en eso, el vértigo se apoderaba de mi. Y allí en ese cascarón donde se metían 6 u 8 tipos todos aprisionados, tal cual lata de sardinas y conviviendo durante un mes y atravesando Temporales sin descanso, ese pensamiento me convierte ese Vértigo en Pánico. ¡Me muero con solo pensarlo!. Yo soy de tierra firme, ahora sí, necesito tener el mar a mi lado y de vez en cuando saludarlo y hablar con él, pero sin demasiadas confianzas tampoco. Nada de irnos juntos a recorrer el mundo. Yo con mis pies en la tierra y él, jugando con sus olas y así es como nos entendemos mejor o sea, cada uno en su sitio, pero al lado uno de otro.
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