Ahora pensaba en que me quedan 9 días para irme a mi querido Cádiz, como siempre se dice cuando se tiene ganas de que ese día llegue, ¡ya queda menos!. 9 días, no son nada, son como un estornudo dentro de un catarro, para volver a sentir a mi tierra gaditana. Yo no soy de Cádiz, pero como si lo fuera, ni tengo acento andaluz y sigo conservando parte de mi acento gallego, pero mi sangre ya es de las dos partes, una es gallega y de pura cepa y la otra gadita. Hombre también hay algo de sangre menorquina, pero quizá y de momento, menos que las anteriores. También llevo menos años en Alcatraz o en Menorca, pocos pero intensos, pocos pero con fuertes sentimientos.
Bueno, ¿quién sabe?, quién sabe donde acabaré con mis huesos. De momento veo difícil salir de Menorca, no están los tiempos para que te concedan traslados. Y segundo que tampoco tengo claro a donde dirigir mis pasos, podía ser a Cádiz, pero tampoco sé muy bien que pintaría por aquellos arrabales. ¿Que me gusta?, sí es verdad que me gusta, pero también me gustan otros muchos sitios y no por ello he decidido trasladarme.
Al final, creo que dejo la decisión en manos de Dios y un día me levantaré irradiando luz por los poros y todo porque Dios me habrá dicho cual será mi destino definitivo. En el fondo me da casi igual, lo único que me pesa en la elección, es el estar lo más cerca posible de mis hijos y más de mi hijo pequeño. A eso le tengo miedo, al síndrome del nido vacío y ya queda muy poco para que empiece a notar sus primeros síntomas. Menos mal que soy un tío fuerte y aguerrido y no tiemblo ante los infortunios (menuda quedada). Bueno ya veremos y como se dice siempre: "Dios ya proveerá muchacho".
Bueno, ¿quién sabe?, quién sabe donde acabaré con mis huesos. De momento veo difícil salir de Menorca, no están los tiempos para que te concedan traslados. Y segundo que tampoco tengo claro a donde dirigir mis pasos, podía ser a Cádiz, pero tampoco sé muy bien que pintaría por aquellos arrabales. ¿Que me gusta?, sí es verdad que me gusta, pero también me gustan otros muchos sitios y no por ello he decidido trasladarme.Al final, creo que dejo la decisión en manos de Dios y un día me levantaré irradiando luz por los poros y todo porque Dios me habrá dicho cual será mi destino definitivo. En el fondo me da casi igual, lo único que me pesa en la elección, es el estar lo más cerca posible de mis hijos y más de mi hijo pequeño. A eso le tengo miedo, al síndrome del nido vacío y ya queda muy poco para que empiece a notar sus primeros síntomas. Menos mal que soy un tío fuerte y aguerrido y no tiemblo ante los infortunios (menuda quedada). Bueno ya veremos y como se dice siempre: "Dios ya proveerá muchacho".
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