LA INTUICIÓN

Hay pocas oportunidades de poder cambiar y si aparece una, no se le puede dejar escapar. Esas oportunidades se huelen o se intuyen y aunque se disfracen de cotidianidad. Hay algo que no sé como definir que las distingue de las demás, pero para eso tengo la intuición, para diferenciar lo importante de lo banal. Es intuición o es instinto, que más da el nombre, lo que importa es que hay una señal de alarma que te dice ¡cuidado! y no des un paso más o al revés, que te dice, venga lánzate y ya veremos lo que pasará.

Porque eso sí, nunca tendrás claro hacia donde vas, pero intuyes que es lo más correcto que puedes hacer o lo más incorrecto, pero al final, es lo que tienes que hacer. Qué fácil, verdad. Pero de fácil nada de nada, porque del otro lado de la balanza está tú estabilidad. Te reclama la seguridad que emana el día a día, la rutina diaria, el hacer las cosas y porque siempre se hicieron de esa forma o el simple hecho de ir siempre a tu misma casa y levantarte a la misma hora y desayunar en el mismo sitio y todo esto forma parte de tú estabilidad.

Coger lo desconocido y aunque intuyas que es una buena opción, es arriesgado y no está exento de peligro. Porque por un lado, arriesgas la vida que llevabas y por el otro, ésta opción puede salir mal. Nadie asegura nada, nadie te va a decir seguro que sale bien o seguro que estarás mejor, ¡nadie!. Te dirán tírate y sin paracaídas y sin saber la profundidad el precipicio que tienes a tus pies y puede que solo haya
un metro de desnivel, pero puede haber 100. Pero que es la vida sin arriesgar, que es la vida sin desafíos y que es la vida sin no saber el porqué.

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JULIO CORTÁZAR