Que alguien me dijo un día, que me veía en medio de tertulias. Supongo que con un cigarrillo encendido y planteando temas y discusiones. La verdad es que me gusta la polémica y el que se le de vueltas a las cosas, pero a éstas alturas de la película yo ya no me veo en esas y lo digo, porque ahora me come la impaciencia y me cuesta escuchar a la gente. Y más rodeado de otros engolados como yo y todos hablando para su puto ombligo y todos pensando que tienen la razón. Yo sé que no, que ya no lo soporto, porque llegado un momento de la puta tertulia, me levanto y empiezo a dar ostias por doquier y al carajo la tertulia.
En tiempos sí, en tiempos me gustaban las tertulias y el escuchar otras opiniones, pero la vejez parece que me endureció el oído y además, las otras opiniones me importan un pijo. Bueno sí me importan, pero lo que quiero decir es que no necesito tener otras opiniones, para decir las mías. O sea no es un condicionante necesario e imprescindible. Yo digo las mías y si alguien no está de acuerdo conmigo que lo diga y sino lo dice, pues nada, que él se lo pierde y santas pascuas.
A mi lo que me apremia es el tiempo y el que no puedo esperar. Ahora funciono en plan automático y si produzco rechazo o simpatía, que se me diga de inmediato. No puedo dar plazos, no puedo esperar a que me contestes al día siguiente y mi límite está, en un plazo de una hora. Te doy una hora y no más, te doy una hora para que me digas que sí o que no y no me vale los sí pero no o los no pero sí, ni dame un poco más de tiempo que estoy cerca. No señor, el tiempo apremia y ya no tengo toda la vida por delante y los segundos son tesoros, los minutos son diamantes en bruto y las horas son negros azabaches. Y los días, meses y años, son como parcelas de mis pensamientos, son divisiones ficticias, pues sólo me sirven para acordarme en que en día, mes y año estamos viviendo.
En tiempos sí, en tiempos me gustaban las tertulias y el escuchar otras opiniones, pero la vejez parece que me endureció el oído y además, las otras opiniones me importan un pijo. Bueno sí me importan, pero lo que quiero decir es que no necesito tener otras opiniones, para decir las mías. O sea no es un condicionante necesario e imprescindible. Yo digo las mías y si alguien no está de acuerdo conmigo que lo diga y sino lo dice, pues nada, que él se lo pierde y santas pascuas.
A mi lo que me apremia es el tiempo y el que no puedo esperar. Ahora funciono en plan automático y si produzco rechazo o simpatía, que se me diga de inmediato. No puedo dar plazos, no puedo esperar a que me contestes al día siguiente y mi límite está, en un plazo de una hora. Te doy una hora y no más, te doy una hora para que me digas que sí o que no y no me vale los sí pero no o los no pero sí, ni dame un poco más de tiempo que estoy cerca. No señor, el tiempo apremia y ya no tengo toda la vida por delante y los segundos son tesoros, los minutos son diamantes en bruto y las horas son negros azabaches. Y los días, meses y años, son como parcelas de mis pensamientos, son divisiones ficticias, pues sólo me sirven para acordarme en que en día, mes y año estamos viviendo.

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