No sé, tengo la sensación de que éste portátil en donde escribo, ha encogido, porque sino es así, es que ha encogido mi mente y no hay otra opción o es mi mente o es el portátil, porque no va a ser por culpa del vecino de enfrente, que aparte de ser un impresentable seboso, asqueroso de panza kilométrica y que come y duerme como un auténtico cerdo, no tengo más inconvenientes hacia su persona o trozo de carne con ojos. Porque en el fondo y en el fondo de todo, yo quiero mucho a mi vecino, yo necesito tener su presencia, ver como come su asqueroso bocata grasiento apoyando su asquerosa panza en la ventana de su casa y no duermo si antes no escucho sus estertores de foca o sus rebuznos de burro asmático y porque al tío, se le da por sobar de pie y apoyado su panza de batracio en la repisa de la ventana y claro, sus gruñidos de oso afónico se extienden como un mantra por toda la calle.
O sea que tengo vecinodependencia y porque en el fondo lo que yo añoro es a los cerdos. De pequeño tenía al lado de mi habitación una cochiquera que pertenecía al vecino de al lado y me acostumbre a la suavidad de sus sonidos y a esos grititos agudos que de vez en cuando me despertaban, pero sabiendo que eran los cerdos vecinos, me volvía a dormir como un bebé recién nacido. Por tanto viviendo en un pueblo y rodeado de casas, casas casas o sea casas de una o dos plantas, pues nada que también tengo y en plan gratis, al cerdito incluído al otro lado de la calle. Y uno puede pedir muchas cosas, pero creo que pedir que te pongan una cochiquera al lado de tu casa, no es como para que la gente te apoye.
La verdad es que hecho de menos muchos sonidos. Hecho de menos el sonido gutural de las palomas torcaces, hecho de menos el ruido bamboleante de las copas de los pinos, hecho de menos el sonido de las olas del mar, hecho de menos la sensación de flotar en un barco y sobre todo, hecho de menos lo anteriormente dicho. Pero bueno vivir en un pueblo perdido de la mano de dios, también tiene sus ventajas y por la mañana me encanta oír los ruidos que hace la gente, el sonido de sus conversaciones, el del butano haciendo sonar su bombona, el cartero llamando a la puerta, en fin, que me quedo encantado con sentir actividad humana y eso, en el campo, como que no.
O sea que tengo vecinodependencia y porque en el fondo lo que yo añoro es a los cerdos. De pequeño tenía al lado de mi habitación una cochiquera que pertenecía al vecino de al lado y me acostumbre a la suavidad de sus sonidos y a esos grititos agudos que de vez en cuando me despertaban, pero sabiendo que eran los cerdos vecinos, me volvía a dormir como un bebé recién nacido. Por tanto viviendo en un pueblo y rodeado de casas, casas casas o sea casas de una o dos plantas, pues nada que también tengo y en plan gratis, al cerdito incluído al otro lado de la calle. Y uno puede pedir muchas cosas, pero creo que pedir que te pongan una cochiquera al lado de tu casa, no es como para que la gente te apoye.
La verdad es que hecho de menos muchos sonidos. Hecho de menos el sonido gutural de las palomas torcaces, hecho de menos el ruido bamboleante de las copas de los pinos, hecho de menos el sonido de las olas del mar, hecho de menos la sensación de flotar en un barco y sobre todo, hecho de menos lo anteriormente dicho. Pero bueno vivir en un pueblo perdido de la mano de dios, también tiene sus ventajas y por la mañana me encanta oír los ruidos que hace la gente, el sonido de sus conversaciones, el del butano haciendo sonar su bombona, el cartero llamando a la puerta, en fin, que me quedo encantado con sentir actividad humana y eso, en el campo, como que no.
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