Tú te agarraste a mi y yo a ti y los dos nos fundimos en un único cuerpo. Claro que eso duró un cierto tiempo, duró lo que dura un halo, un resplandor o un fogonazo, después solo quedaron las cenizas, los malos momentos y las ataduras injustas, aunque yo soy de los que pienso que todas las ataduras son injustas y porque estar enamorado no supone ninguna atadura, enamorarse es simplemente ir hacia donde te va el cuerpo y el alma y eso solo puede durar un corto tiempo, después puede quedar al desnudo la compatibilidad o no, entre dos personas. Los humanos nos hacemos a lo que hay y debido a muchos factores, a veces es por miedo o por inseguridad por lo que nos unimos a otra persona, pero en otras ocasiones, es por amor y por AMOR en letras grandes y brillantes.
Yo reivindico el amor y lo hago mío y eso lo hice siempre, pues he dado amor a raudales y también me lo han dado y por lo tanto, me siento compensado, pero no del todo y porque aún y de momento, no me he muerto. Creo que aún tengo amor por dentro, creo que amaría mejor que nunca, creo que me dejaría llevar por las nubes amorosas, creo que disfrutaría más que nunca, pero yo tengo un handicap o un defectillo y es que me estoy haciendo viejo, cosa que es irremediable e imparable. Y por mucho que me rebele contra la sociedad dominante, los valores y costumbres ya están servidos y están en la mente y en el alma de todos y el lema es: el viejo es un puto trasto que ya puede ir picando billete.
Socialmente es así y salvo que los viejos nos rebelemos, no va a cambiar nunca. Me duele decir esto y porque significa mucho para mí, pues es reconocer la evidencia de la decrepitud. Y nuestros cuerpos están viejos, pero nuestras almas no y es más, están más vivas que nunca, pero que le importa a una sociedad materialista el como estemos nosotros del alma. Ya sabéis, importa el dinero, la guita, la pasta, la avaricia, la mentira, la apariencia y sobre todo, importa el poder, pero el poder que podemos ejercer sobre el resto de los humanos. Hemos creado un monstruo de sociedad y un insaciable monstruo, un devora personas sensibles, un basurero de viejos.
Y entonces ¿qué pasa?, que me tengo que conformar con jugar a la petanca o a las cartas y sentarme al sol invernal en un banco del pueblo o debería levantarme y ponerme a hacer barricadas, claro que, que serían barricadas livianas y pequeñas, pues mi cuerpo ya no está para grandes alardes, pero si está para grandes amores. Y yo sé que lo conseguiría, yo sé que si tuviera varias vidas sucesivas y que a base de insistir en el tema, ganaría la batalla de los viejos, pero solo tengo una y ya me queda menos tiempo, pues el descuento ya empezó hace tiempo. De todas formas, yo nací rebelde y me moriré igual o más rebelde y sino hay viejos que se sumen a mi causa, yo os juro que seguiré en mis trece y soñando que puede haber un mundo mejor.
Yo reivindico el amor y lo hago mío y eso lo hice siempre, pues he dado amor a raudales y también me lo han dado y por lo tanto, me siento compensado, pero no del todo y porque aún y de momento, no me he muerto. Creo que aún tengo amor por dentro, creo que amaría mejor que nunca, creo que me dejaría llevar por las nubes amorosas, creo que disfrutaría más que nunca, pero yo tengo un handicap o un defectillo y es que me estoy haciendo viejo, cosa que es irremediable e imparable. Y por mucho que me rebele contra la sociedad dominante, los valores y costumbres ya están servidos y están en la mente y en el alma de todos y el lema es: el viejo es un puto trasto que ya puede ir picando billete.
Socialmente es así y salvo que los viejos nos rebelemos, no va a cambiar nunca. Me duele decir esto y porque significa mucho para mí, pues es reconocer la evidencia de la decrepitud. Y nuestros cuerpos están viejos, pero nuestras almas no y es más, están más vivas que nunca, pero que le importa a una sociedad materialista el como estemos nosotros del alma. Ya sabéis, importa el dinero, la guita, la pasta, la avaricia, la mentira, la apariencia y sobre todo, importa el poder, pero el poder que podemos ejercer sobre el resto de los humanos. Hemos creado un monstruo de sociedad y un insaciable monstruo, un devora personas sensibles, un basurero de viejos.
Y entonces ¿qué pasa?, que me tengo que conformar con jugar a la petanca o a las cartas y sentarme al sol invernal en un banco del pueblo o debería levantarme y ponerme a hacer barricadas, claro que, que serían barricadas livianas y pequeñas, pues mi cuerpo ya no está para grandes alardes, pero si está para grandes amores. Y yo sé que lo conseguiría, yo sé que si tuviera varias vidas sucesivas y que a base de insistir en el tema, ganaría la batalla de los viejos, pero solo tengo una y ya me queda menos tiempo, pues el descuento ya empezó hace tiempo. De todas formas, yo nací rebelde y me moriré igual o más rebelde y sino hay viejos que se sumen a mi causa, yo os juro que seguiré en mis trece y soñando que puede haber un mundo mejor.
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