Sí hoy, es un día de recuerdos, de lejanos y cercanos recuerdos, de recuerdos olvidados, de recuerdos de Domingos bajo el sol otoñal o invernal. Y porque mis mejores Domingos me los dio un tío mío, que ahora que lo pienso, debía estar un poco tocado y por eso creo que de pequeño estaba tan encariñado con él. Y eran los Domingos de ir al Rompeolas y solo por el placer de ir a ver el mar cabreado. Y nos abrigaban para el evento y siempre nos daban las mismas recomendaciones: no mojaros, no os acerquéis mucho al mar, pues ya sabéis que el mar es muy traicionero y además, con las rocas mojadas se resbala muy fácilmente...
Y la precaución nos duraba 5 minutos del reloj y a partir de ahí, era el jugar a que no te pillaran las grandes olas, cosa que nunca nos pasó, pero que cerca estuvimos de ello, bueno asegurada teníamos la gran mojada y siempre llegábamos a casa chorreantes de agua salada y menos mal que mi tío lo asumía todo y con esa sonrisa perpetua les decía que sí..., que sí había sido toda una imprudencia, pero yo sabía que mi tío se estaba riendo a carcajadas por dentro y que la siguiente vez, pasaría lo mismo y porque a eso íbamos, a jugar con las grandes olas del océano Atlántico.
Pues mi tío, de vez en cuando me llevaba a ver partidos de fútbol del Celta, de mi querido Celta de Vigo y me acuerdo del olor a campo de hierba y del espeso olor de los puros y de los gritos y de los bufidos de la gente y claro, yo me quedaba impresionado, pues veía a todos unos señores mayores bien vestidos y alguna señora toda engalanada, dando alaridos como auténticos posesos y el grito de ¡¡Gooool!! era alucinante y era como si todos a la vez entraran en estado de parto inminente. Pues yo del fútbol me quedo con esto, con ese olor a campo de hierba, con ese aroma a puro, con esos alaridos de parturienta y con ese contraste de gente de bien, descontrolada y que en cualquier otro sitio, sería domesticada con camisas de fuerza y grandes dosis de antipsicóticos...
Y la precaución nos duraba 5 minutos del reloj y a partir de ahí, era el jugar a que no te pillaran las grandes olas, cosa que nunca nos pasó, pero que cerca estuvimos de ello, bueno asegurada teníamos la gran mojada y siempre llegábamos a casa chorreantes de agua salada y menos mal que mi tío lo asumía todo y con esa sonrisa perpetua les decía que sí..., que sí había sido toda una imprudencia, pero yo sabía que mi tío se estaba riendo a carcajadas por dentro y que la siguiente vez, pasaría lo mismo y porque a eso íbamos, a jugar con las grandes olas del océano Atlántico.
Pues mi tío, de vez en cuando me llevaba a ver partidos de fútbol del Celta, de mi querido Celta de Vigo y me acuerdo del olor a campo de hierba y del espeso olor de los puros y de los gritos y de los bufidos de la gente y claro, yo me quedaba impresionado, pues veía a todos unos señores mayores bien vestidos y alguna señora toda engalanada, dando alaridos como auténticos posesos y el grito de ¡¡Gooool!! era alucinante y era como si todos a la vez entraran en estado de parto inminente. Pues yo del fútbol me quedo con esto, con ese olor a campo de hierba, con ese aroma a puro, con esos alaridos de parturienta y con ese contraste de gente de bien, descontrolada y que en cualquier otro sitio, sería domesticada con camisas de fuerza y grandes dosis de antipsicóticos...
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