Tengo clavos oxidados
en mi alma pecadora.
Tengo sombras y oquedades
en la boca de mi estómago.
A veces tengo frío
y de mi cerebro cuelgan estalactitas de miedo e indecisión.
Otras veces duermo del revés,
cabeza abajo y mirando la luna,
me siento murciélago colgando del techo de su cueva.
Hay noches que salgo a pasear
rodeado con mis viejos fantasmas,
hacemos piña y compartimos sueños,
subimos escaleras y bajamos toboganes,
nos gusta la idea de caer de una higuera
y de dormir todos juntos,
bajo su bendita sombra.

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