Me imagino en el lugar más apartado del
mundo,
frente al mar
o mejor dicho, al lado del mar,
el pueblo está casi fuera del mundo
bonito, precioso y con mucho mundo traído de otros mundos.
Pasa un perro famélico por una calle desierta,
sopla algo de viento,
puede que sea viento del sur
y lo será
porque a lo lejos se mueven nubes oscuras y negras.
El pueblo tiene dos bares,
uno abre pronto y se encarga de los desayunos
y el otro cierra tarde
y se encarga de emborrachar las noches de los más pendencieros.
Tiene un ayuntamiento que da más pena que gloria,
pero hay algunos a los que les gusta
ese aire entre melancólico y bucólico
y un poco tirando a cutre.
Al lado de mi casa
tengo un hermoso cementerio típicamente gallego
que los paisanos siempre cuidan de tenerlo un poco
descuidado.
Eso sí, con unas vistas espectaculares.
La luz en el fin del mundo se apaga con frecuencia
y hay que tirar de velas, linternas y de lo que se pueda.
Llueve a mares y a ríos,
el festival de la lluvia empieza en septiembre
y cierra temporada en junio y eso con suerte
y mientras tanto...
venga a tirar de leña, de moral
y de largas tardes mirando al océano.
Cualquier resquicio de sol
es una nueva y gran celebración
y da para salir a la calle para estrenar algo,
lo que sea
porque a saber
hasta cuando tendrás otro día de sol....
Invierno muy largo y desapacible,
primavera corta
verano casi inexistente,
otoño de hermosas setas y de mejores colores
pero de paso rápido,
porque todo lo bello es efímero y poco se queda.
Luces pocas
sombras muchas
paisajes bestiales y embravecidos,
se augura tormenta como casi todos
los días,
tormenta en todas las dimensiones,
cortes de luz de horas y días,
cocinar a oscuras en la penumbra de la sombras,
encender la chimenea y avivar el fuego
dejarla encendida y hasta la mañana siguiente.
Levantarse con el húmedo frío instalado en los huesos,
pensar que fuera debía salir el sol,
pero el sol se ha vestido otra vez, de gris amenazante,
y lloverá
y claro que lloverá
y como llovió siempre,
Mientras se van encendiendo las luces del pueblo,
el ayuntamiento,
el juzgado que lo juzga todo y más
el centro de salud,
la luz del bar de la mañana lleva toda la noche
encendida.
El café es malo de condición
y las tostadas parecen de plástico recalentado,
ahora bien,
las vistas del mar siguen siendo alucinantes
y se puede desayunar entre graznidos de gaviotas
y descargas de cajas de pescado...
Ya camino al trabajo
observo la pequeña belleza de éste coqueto y bello pueblo,
tiene un hórreo o varios hórreos preciosos,
una iglesia románica admirable,
y cuatro casas acristaladas que le dan porte y señorío,
lo demás es un puzle de casas y calles.
Dos calles largas cruzan el pueblo de arriba abajo,
el puerto pesquero muestra que parte del pueblo vive del mar
y que la otra parte, vive del cuento,
pero nadie dice nada
y mientras el señor alcalde
habla de la tierra de los mil ríos
(se refiere a mi Galicia natal),
pero esa bonita frase dicha con repetición de martillo pilón,
llega a desquiciar a cualquiera,
pero todo cuadra
si nos imaginamos que estoy viviendo
en el lugar más apartado del mundo
y aquí casi todos estamos medio locos
pero nunca lo estamos del todo.
(Ese pueblo llama Corcubión y sito en "A Costa da Morte" (Galicia)
y viví allí, sobre 3 años o algo más o algo menos. ¿Y yo que sé?)


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