Te busqué...,
te juro que te busqué.
Te busqué hasta por debajo de las piedras,
me subí a las ramas más altas de los árboles,
excavé túneles en el tiempo y en el espacio,
y te juro, que no te encontré.
Te busqué,
te busqué entre la gente y la muchedumbre,
te vi muchas veces a trozos, a ratos
a espasmos, a fotos y a fogonazos...
pero nunca te vi completa
y de cuerpo presente.
Tardé mucho tiempo en entender
que lo máximo que te podía ver
era una décima de segundo
y siempre, incompleta.
Y te juro que te busqué,
te busqué en otros cuerpos,
en cuerpos ajenos y extraños,
en cuerpos que sólo salían en la noche,
y jugando a que el azar y la casualidad me diera la mano.
Pero nunca me la dieron.
Te vuelvo a jurar
que no te encontré,
parecías tú...pero siempre faltaba algo:
el hoyuelo que siempre te rascabas
la cicatriz de tu mentón,
el olor a jazmín de tu aliento,
y la ternura de tus ojos claros.
No, no eras tú,
nunca volviste a ser tú,
pero que conste que te busqué,
y hasta volví al mismo sitio,
el mismo día de verano,
y llovía igual y hasta me fui de allí en el mismo barco.
Y en aquél muelle
nadie levantó su mano
y me saludó
como tú me saludaste
en aquél innombrable día de verano.

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