Y es que hoy por fin, besé la luna...
y lo hice desafiando la gravedad que nos ata a la tierra,
me elevé de tal manera
que llegué a tocarla con la punta de mis labios,
al mismo tiempo que le hice
una tierna caricia con la yema de los dedos.
Y es que hoy por fin, besé la luna...
estaba tan bella como la flor más hermosa,
y tan reluciente como una luciérnaga en una noche de verano,
y tan viva que lastimaba la vista
y tan desnuda como una sonrisa sincera.
Hoy por fin, besé la luna
y después...
¡no dije nada!

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