Yo, para ser poeta,
necesito tener una casa como en la que habito,
ancestral de muros anchos como antiguas murallas medievales
de techos altos e inmensos donde se cuelguen las arañas
y los recuerdos,
con mínimo ruido de coches y motos,
alegre hasta la médula,
bien aireada y como si fuera un molino de viento,
llena de plantas y flores,
de cocina amplia, grande y cálida,
bien orientada al sol que más calienta,
que muestre con orgullo
sus viejas arterias de vigas de madera
y que cuando yo quiera
me pueda perder dentro de sus habitaciones.
Después,
te sientas sin más
y tus dedos empezarán a escribir el poema
que por cierto
no siempre será bueno
y porque la bondad
nunca estará asegurada.
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