No hace falta que me digas nada,
adoro el silencio
y me atrae su espesura de zorro gris plateado,
y en las noches de verano
disfruto de la quietud morbosa y sinuosa
que nos regala el silencio de la noche más iluminada.
No soy de una secta
que adore el silencio
pero a veces pienso
que estoy muy cerca.
Puestos a adorar
me quedaría:
con la luna y sus posturas
con la lluvia del húmedo y frío otoño
con el mar y el cielo de mis interminables septiembres
y hasta me atrevería a decir,
que me quedaría
con la frondosidad de los bosques
y con la dulzura sinuosa de los campos de amapolas
y al ser acariciados por los dedos del viento.

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