La pequeña historia de mi vida, ha sido muy corta. Demasiado corta pero también ha sido demasiado intensa. Y que me quiten lo bailado, pero además, que no me quiten de la memoria todo lo vivido y disfrutado. Sin memoria sería una zanahoria sin sustancia o un palo seco. Digamos que ahora y más nunca necesito tener la memoria fresca y porque cuando más te vas haciendo mayor y los años te empiezan a doblegar el esqueleto y la voluntad, tienes que tirar mucho del carro de la memoria y así vas uniendo historias de antes con las de ahora y porque siempre hay un hilo invisible que lo conecta todo. Uno aprende y aprende mucho y aunque muchas veces se diga lo contrario. Con el paso del tiempo se aprende y se quiere mejor. Y sobre todo, uno aprende a quererse a él mismo. Esa es mi experiencia. Me castigo menos que antes ante mis fallos y desajustes (me fustigo menos), no vivo tan dentro de la penumbra de la a veces indomable, depresión y si no fuera porque al cuerpo lo noto más carcomido y más desgastado que antes, creo que ahora no sería el tío más feliz de la tierra, pero le andaría cerca. Ahora me quiero como soy, me gusto y me perdono y si tropiezo dos veces en la misma piedra, quitaré esa piedra de mi camino y si no, la evito y punto y pelota. Y lo haré con calma y con la tranquilidad y paciencia que ahora me invade. Mi única prisa, es que no se acabe el día y que nunca se acabe la noche.
La pequeña historia de mi vida, ha sido muy corta. Demasiado corta pero también ha sido demasiado intensa. Y que me quiten lo bailado, pero además, que no me quiten de la memoria todo lo vivido y disfrutado. Sin memoria sería una zanahoria sin sustancia o un palo seco. Digamos que ahora y más nunca necesito tener la memoria fresca y porque cuando más te vas haciendo mayor y los años te empiezan a doblegar el esqueleto y la voluntad, tienes que tirar mucho del carro de la memoria y así vas uniendo historias de antes con las de ahora y porque siempre hay un hilo invisible que lo conecta todo.
Uno aprende y aprende mucho y aunque muchas veces se diga lo contrario. Con el paso del tiempo se aprende y se quiere mejor. Y sobre todo, uno aprende a quererse a él mismo. Esa es mi experiencia. Me castigo menos que antes ante mis fallos y desajustes (me fustigo menos), no vivo tan dentro de la penumbra de la a veces indomable, depresión y si no fuera porque al cuerpo lo noto más carcomido y más desgastado que antes, creo que ahora no sería el tío más feliz de la tierra, pero le andaría cerca. Ahora me quiero como soy, me gusto y me perdono y si tropiezo dos veces en la misma piedra, quitaré esa piedra de mi camino y si no, la evito y punto y pelota. Y lo haré con calma y con la tranquilidad y paciencia que ahora me invade. Mi única prisa, es que no se acabe el día y que nunca se acabe la noche.
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