Total una Madre por una papelina, no debe ser un mal cambio. La fuerza de esa droga es bestial y puede con todo: con los sentimientos, con las ideas, con los principios, con todo lo que tú más quieres y todo esto es susceptible de ser trapicheado por un poco de caballo. Claro que una de las cosas que más cuesta “normalizar” en un yonqui, es que después de romper todos los esquemas y normas sociales e individuales y de la mínima conviviencia, es que vuelva a esa normalidad cotidiana y sobre todo, que vuelva a respetar a los demás como lo que son, personas humanas.
El respeto hacia los demás es una de las cosas más difíciles de normalizar. Porque después de robar, engañar, menospreciar e insultar a todos los que te rodean, que les vas a decir ¿qué lo siento?. Bueno, uno puede darle un punto de confianza al yonqui, lo que pasa es que la mayoría de las veces eso mismo que te están diciendo ahora, ya te lo han dicho mil y una veces antes y después y sin ningún remordimiento, te van a meter el palo igualmente. Está difícil poder fiarte de un yonqui, además cuando se cuelgan de uno, te toca ejercer de padre y madre y el yonqui se convierte en tu sombra y en tu parásito vampiro:te chupa la sangre, te presigue día y noche, te destroza la paciencia y la inocencia, te pule la pasta y una vez, que te tiene arruinado y acabado, vuelve a buscarse la vida fuera de tí (tú ya no le sirves para nada). Por suerte no siempre es así y hay alguno que se salva y que sale adelante, pero como decía el otro, son excepciones. Y para nuestra desgracia...las excepciones confirman la regla.

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