Fuí a buscarle a la plaza del pueblo o explanada, donde juega con sus amigos al fútbol y mientras ellos jugaban, había un grupo de personas que estaban atacando a mis delicados oídos con sus cánticos y a ritmo de bandurrias y otras horteradas, bailaban algunos bailes populares. Y era una jota rascada, que no sé muy bien lo que es, pero que suena a bandurria y a castañuelas y decían: "qué cante el ruiseñor en primavera y la, la, lá..." y venga todos a levantar la pierna y darse la vuelta y unos pasitos palante y unos pasitos atrás. Uyy¡¡ que alegría tan desbordante y contagiosa y claro, el pobre ruiseñor que alegre cantaba y todos nosotros que soportábamos semejante tortura, nos acabamos muriendo de pena y hastío, después de que éstos señores cantaran al unísono y con semejante devoción.
Bueno, no sólo el el ruiseñor, también los árboles quedaron tiesos y secos, los niños pararon de crecer y los viejos se fueron directamente al hoyo y el que tenía dudas de suicidarse, por fin después de escuchar a este grupo de señores y señoras, pudo suicidarse de una puta vez por todas. Bueno, yo entiendo lo popular, pero no entiendo al populacho y éstos cánticos tan "guerreros y tan animosos" que hablan de los ruiseñores, pertenecen a lo que denominamos como populacho. Pero bueno, mientras se piense que todo lo que hacían nuestros ancestros era bueno, tendremos que comulgar con las ruedas de molinos de estas tradiciones. Pero yo a éstas alturas nunca sufro de gratis y en cuanto oí sus cánticos regionales, me dí la vuelta y a otra cosa mariposa. ¡Para más torturas ando yo!.

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