A veces voy y me comparo y me comparo con quién no debo compararme, por ejemplo con un buen escritor o con un buen y mejor pensador y claro al final, siempre salgo perdiendo, primero porque no soy nadie, segundo porque no soy escritor y solo soy alguien que escribe y tercero porque me falta léxico y demasiados libros por leer. Yo solo puedo decir, que me apaño como mejor puedo y que siempre puedo sacar mi última carta, esa que dice que si no te gusta lo que escribo no hace falta que me leas y porque además das una patada a una piedra y salen millones de personas que escriben y casi os puedo jurar, que cada una de ellas se considera el mejor escribiente del mundo y que si los demás no lo leen, es porque los demás, no le entienden. El ego puede con todo y además, cuando sale y florece, arrasa con todo y por eso en el mundo has quedado tú y tu mierda de escrito y como solo ha quedado tu escrito en pie, pues será el mejor de todos por cojones y porque no queda otro remedio. Algo de ego hay que tener y porque sino no te pones a escribir paridas y sin tener verguenza ninguna.
Hay que tener algo de ego, algo de ciego, algo de sordo y algo de sinverguenza. Con verguenza no escribes nada y con demasiada exigencia sobre ti mismo, tampoco. Hay que ser un poco calavera y un poco lanzado y que te encante el riesgo y la velocidad del vértigo. Si escribes pensando que lo que vas a decir es el novamás, el hostión al te arriesgas estará asegurado. Hay que ser un poco duro y frío y calculador y no darle importancia al ofendidito que siempre te vas a encontrar y porque digas lo que digas, siempre habrá un ofendidito que se sienta atacado o herido por tus humildes o no humildes palabras. La humildad es importante, hay que ser humilde, aunque a veces y según al que tengas delante, tendrás que tirar de tu orgullo más visceral y morderle en el cuello y antes de que te lo haga él. Al enemigo ni agua.

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