Desde hace meses
con inusitada frecuencia
no me deja el cartero cartas tuyas.
Quizás el pobre hombre
en un rincón de su piso,
en algún hueco de su cajón amargo en el trabajo.
Quizá, cuando iba a traerla,
se le perdió el acuse de recibo;
y claro,
es bien sabido,
que mi recepción, para ti,
es muy importante.
Quizá se le haya olvidado en el archivo
donde se olvidan las cartas
que nunca se escriben,
o quizá seas tú, Dios no lo quiera,
que te has olvidado de mí.

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