Nunca he llorado tanto
como para quedarme seco.
He llorado en muchas esquinas y rincones,
también bajo la lluvia y bajo la sombra de un olivo.
He llorado hasta descoserme los ojos
y no eran lágrimas
eran gotas de lluvia que salían de mis ojos.
He llorado tanto y tan adentro
que no recuerdo de que color eran mis ojos
creo que verdes
y porque se abren más cuando florecen sus hojas verdes.
No recuerdo el día en que nací,
pero puede que fuera como el día de hoy,
nublado, confundido, medio perdido,
alucinado por suponerte
y donde la morriña crece como una enredadera que nunca parará de crecer.

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