A veces las ganas me pueden


 A veces las ganas me pueden

y me convierto en un ser ansioso

que está sediento de conocimiento.

Mi ansia

es expresarme y hacerme entender

y quiero y necesito compartir 

y sean mis ideas más lúcidas 

y sean mis pensamientos sobre mi filosofía de vida.

Necesito seguir

siendo un niño en un cuerpo envejecido

y con todos mis respetos lo digo,

soy un viejo que lleva dentro un niño

y por eso tengo esos pensamientos recurrentes

que siempre empiezan y acaban en mi infancia

y cuando me veo hace 69 años

me siento un niño incómodo, molesto,

inquieto y muy poco complaciente

y como decía mi madre

eres un estorbo y un huraño

y yo digo y menos mal que lo fui

y porque esa fue gran parte de mi defensa

callar y observar y observar y callar

y anotar en mi cerebro lo que no debía hacer

para que mi madre no me obsequiara con una tanda de hostias.

Yo esa lección la entendí enseguida

y por eso seguí siendo un muchacho extraño, 

callado, tímido, parco de palabras

y todas dichas en un tono muy bajo

casi inaudibles para el oído humano

pero yo de aquellas tenía un precioso perro

que usaba la misma frecuencia que la mía

y él si que me entendía

y enseguida se ponía a saltar a mi lado

y como diciéndome

me tienes que dar una vuelta

y que sea ahora mismo

 y así ya tenía una coartada para salir de casa 

y para que la tensión del momento se fuera apaciguando.
















 A veces las ganas me pueden

y me convierto en un ser ansioso

que estoy sediento de conocimiento.

Mi ansia

es expresarme y hacerme entender

y quiero y necesito compartir 

mis ideas más lúcidas 

y mis pensamientos sobre mi filosofía de vida.

Necesito seguir

siendo un niño en un cuerpo envejecido

y con todos mis respetos lo digo,

soy un viejo que lleva dentro un niño

y por eso tengo esos pensamientos recurrentes

que siempre empiezan y acaban en mi infancia

y cuando me veo hace 69 años

me siento un niño incómodo, molesto,

inquieto y muy poco complaciente

y como decía mi madre

era un estorbo y un huraño

y yo digo y menos mal que lo fui

y porque esa gran parte de mi defensa

callar y observar y observar y callar

y anotar en mi cerebro lo que no debía hacer

para que mi madre no me obsequiara con una tanda de hostias.

Yo esa lección la entendí enseguida

y por eso seguí siendo un muchacho extraño, 

callado, tímido, parco de palabras

y todas dichas en un tono muy bajo

casi inaudibles para el oído humano

pero yo de aquellas tenía un precioso perro

que usaba la misma frecuencia que la mía

y él si que me entendía

y enseguida se ponía a saltar a mi lado

y como diciéndome

me tienes que dar una vuelta

y que sea ahora mismo

 y así ya tenía una coartada para salir de casa 

y para que la tensión del momento se fuera apaciguando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

JULIO CORTÁZAR