Me acuerdo de la última vez
que se me erizó el vello de mi cuerpo
íbamos en coche con las ventanillas abiertas
en la radio sonaba una canción de U2
tú sonreías,
yo te miraba como si no lo hiciera
yo conducía y tu me llevabas
tarde de primavera de viaje hacia donde fuera
hablábamos de un imposible largo viaje
por ejemplo Lisboa, decía yo
me encanta Lisboa, aseveraba de nuevo
y ella me decía pues vale, me gusta tu idea
escucharemos fados en directo,
pasearemos a orillas del río Tajo
subiremos al tranvía de noche y de día
comeremos bacalao a la portuguesa
saldremos de noche y hasta que nos aburramos de la noche,
dormiremos juntos,
haremos el amor mirando a Lisboa
desde sus mismas entrañas
jugaremos a saber a que hora nos dormiremos
y a como está el cambio de monedas
y el que gane pedirá el desayuno
pero por favor,
que lleve zumo, fresas
y acompañado de un oscuro y negro café
ah y por favor, sin azúcar
lo sólido vendrá después
después cuando me entre el hambre
quiera comerte entera.
Llegamos a nuestro destino de aquél día,
era un precioso faro en medio de un acantilado
el paisaje era lunático,
todo lleno de piedras,
sin un puto árbol a la vista
y es que ni la mala hierba era capaz de crecer allí,
pero aquél faro era perfecto,
al fondo estaba el azul del mar y del cielo
hacía un ligero viento del norte
se oían voces en susurros
y es que paisaje imponía
y ordenaba estar en silencio.
Pues aquél día
fue el último día en que se erizó mi vello corporal.

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