Salvo la luz que entra por mi ventana
y como una catarata de plata
hay pocas luces que me iluminen tanto,
quizás la luz de la luna en su plenilunio,
la luz del sol cuando no tiene compasión contigo
la luz de una vela que se balancea cuando algo o alguien se mueve
la luz de aquél viejo candil de aquellos tiempos
la luz de una estrella fugaz al recorrer el firmamento,
la luz que llevo dentro
y que a veces se apaga
y así puedo descansar dentro mi oscuridad total
y la luz que otras veces,
se enciende con más intensidad que mis ideas más lúcidas
y que emite destellos de luz
que se cuelan entre mis pensamientos
y hacen florecer las amapolas
que crecen dentro de mi cabeza.
Yo tengo un jardín escondido
que crece cuando se enternece
y cuando alguien lo acaricia con toda su delicadeza.

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