Nadie puede pararme
nadie debía pararme
y porque mi vida fue una corriente de aire
un día del mes de febrero entre por una puerta
y ahora, estoy llegando a una ventana
que tiene muy buenas vistas al mar
al mar que siempre estuvo ahí
a mi lado, a mi vera,
y siempre dándome ánimos con sus bramidos de monstruo marino
y haciéndome soñar más allá de la raya del horizonte
mucho más lejos de lo razonable
y mucho más cerca de lo inimaginable.
No soy persona de dejarme llevar fácilmente
tengo el sentido del ridículo incrustado en mi mente y en mi cuerpo
y por eso mismo necesito sentirme libre
y libre de prejuicios que me encadenan a lo que no quiero ser.
No pretendo ser un señor comedido
ni que la prudencia presida mis actos
y prefiero un señor descolocado
que no sabe donde está el equilibrio.

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