Hay una hora bruja,
una hora en que se juntan todas las dimensiones,
es como el vacío invertido,
es la hora bruja, la hora de las grandes decisiones.
Y en esa hora yo me encuentro,
dilucidando, analizando y decidiendo,
en esa hora no caben las dudas,
ni caben las indecisiones,
ni tampoco los perdones,
y menos las flagelaciones,
es la hora bruja, la hora de dar soluciones.
Es difícil discernir entre dos posibilidades,
y más cuando son pura lógica contradictoria,
pero es la hora bruja,
es la última hora del día.
Cuando el reloj marca las doce,
y cuando las campanas entonan su última melodía,
ahí empieza el desconcierto,
pues sólo quedan doce segundos de mierda,
doce segundos que te descuentan,
y ya al filo del doce,
justo antes del definitivo segundo,
es cuando decides, por fin, tú destino.
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