Dulce como el compás de una vieja canción,
amarga como la despedida de un amor perdido,
ácida como el ácido sulfúrico,
dura como como un diamante en bruto,
pletórica de colores vivos,
impasible ante las desgracias humanas,
suave y melosa, en sus atardeceres,
así es la vida, la vida que nos toca vivir.
El olor de los pinos,
la caída de las hojas,
la lluvia que limpia nuestras almas,
la luz ténue, que nos enternece,
las miradas furtivas,
las caricias al sol del mediodía,
las palabras cariñosas,
los juegos de colores de las mariposas,
los despertares a la luz de la luna nueva,
así es la vida, la vida que nos toca vivir.
Y el mar y el cielo y las estrellas,
yo no puedo olvidarme de ellas,
pues siempre están ahí,
a mi lado, como guardianes celestiales,
como faros que me indican acantilados,
como luces que se diluyen tras la niebla,
como espejos que emiten destellos,
como luciérnagas a las orillas de senderos,
así son para mi, el cielo, el mar y las estrellas,
y así, es para mi la vida, la vida que nos toca vivir.
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