FAMOSO (MIcrorelato)

Estoy pensando en hacer las maletas y encerrarme en mi casa y no salir nunca más. Estoy tan harto de viajar por todo el mundo y sus alrededores, y es que no paro: los aviones, los hoteles de siete estrellas, cuando no de diez, las limusinas, los teatros, la ópera, y las fiestas mundanas con su correspondiente farlopa, me tienen más que quemado. Después me toca ejercer mi trabajo de bailarín famoso y lo noto, los pasos a veces los pierdo y me los acabo confundiendo.

                       Después de mis grandes actuaciones, me gusta ir al  Spa del hotel y darme un baño en pelotas. Y a continuación ir a cenar a un sitio caro y me da igual lo que pongan, el caso es que sea caro, y cuanto más caro mejor que mejor, es cuestión de tener pasta o sea de poderío y ese lo tengo yo. Después me vuelvo a mis aposentos y paso por la cafetería del Hotel de siete o diez estrellas, a ver si esa noche cae la suerte y ligo un poco, que falta me hace, ni para eso tengo tiempo. Y suele caer algo, siempre hay alguna tía que le gusta ligar con un bailarín famoso y ese vuelvo a ser yo.

                         Así que todas las noches acabo con alguna señora en mi habitación del hotel, que no sé si sabeis pero por si acaso os lo digo de nuevo, es un Hotel de siete o diez estrellas, era por si no os acorbábais. Por la mañana amanezco temprano y desayunamos los dos juntos, después cada se va a sus quehaceres  y el desayuno tiene que ser con una rosa roja en el centro de la mesa, no puede faltar la rosa y siempre roja y que le caigan unas gotasde agua por sus pétalos, si no es así yo no desayuno. Después al entrenamiento matutino, que a fuerza de repetirse llega a ser tedioso y cansado, siempre los mismos pasos y los mismos ejercicios.

 Al mediodía una frugal comida y a la siesta directamente, siesta corta de media hora. Al caer la tarde, sobre las 18 horas, me voy vistiendo para irme al teatro, para actuar de nuevo. A las 19 horas en punto me encierro en mi camerino y ya empieza el baile entre bambolinas : vestirme, acicalarme  y relajarme un rato antes de actuar ( ahora practico el mantra, antes cuando era más joven y era más bruto  me hacía una paja, sin necesidad de nada más)  y antes de salir a la palestra, echo una última mirada al espejo y me doy los últimos retoques. A veces me cuesta dejar de verme al espejo, porque yo me gusto mucho y ante tanta belleza a mi se me va la olla y sólo pienso en trincarme al tio que está al otro lado del espejo.
Por último actúo y como lo hago de miedo, está claro que soy un mostruo, la gente  se pone en pie y aporrea las butacas y aplauden y salgo y aplauden de nuevo y vuelvo a salir y así entre cinco o diez veces y yo siempre acabo envuelto en un mar de lágrimas, aunque tengo que decir que en mi caso son lágrimas artificiales. Después ya viene la rutina de todos los días: la cena, la señora de turno,..............

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JULIO CORTÁZAR