Me cuesta ponerme al tajo, pero ya me he marcado hora límite o sea que
éstas son mis últimas palabras escritas del día. De éste día nublado y
con viento fresco y agradecido. Y la propaganda no para de llegar, están
empeñados en programarme las vacaciones. Supongo que os pasara a todos,
que nos inundan de ofertas y destinos bucólicos, y al final parace que
hasta te lo regalan, todo resulta tan barato, que uno no sabe porque ya
no se va mismamente, levantarse de la silla y coger el primer avión que
salga para el Caribe y ponerse esa linda pulserita de a todo cien y hala
al abrevadero, que la priva es gratis y hay que ponerse ciego.
Después, en la propaganda ponen a unas titis que te cagas, como para
abrirte los ojos aún más, como si uno no estuviera lo suficientemente
salido de por sí. Desde luego yo no viajaré nunca por las titis o eso
pienso ahora, ya veremos más adelante cuando me pise los pliegues que se
están formando alrededor de mi cuerpo, y que de momento tiene su papel
como flotadores, pero que después se convierten en pellejos resecos y
ahí es donde yo te quiero ver, y haber que haces con ellos. Supongo que
acabaré como hacen muchos, intentando esconderlos y para ello no hay
nada mejor que la moda del Demis Rusos (no sé si se escribe así) o sea
un buen sayo y bien suelto, que corra el aire y se ventile el asunto. De
poco más te va a servir el asunto que llevas enrtre las piernas, bueno
sí, para mear mucho más que mucho, pues la próstata va tomando forma de
patata in crescente y eso te hace mear cada tres minutos.
De momento yo me quedo en ésta Isla haciendo guardia perpétua. Me van a
salir hongos isleños, de esos que se producen cuando llevas demasiado
tiempo metido en ésta Isla. La humedad produce hongos y los hongos te
pican y tienes que rascártelos y al final te levantas la piel a tiras y
después te arrancas el corazón y las vísceras y el picor sigue y sigue,
hasta que por fin, sólo queda tú esqueleto y ahí si que ya eres
diagnosticado, padeces de hongos isleños, hongos peores que garrapatas
asesinas. Pero lo que queda, es tú dignidad a salvo, la dignidad que te
hace sobrevivir tanto tiempo seguido, en una isla tan pequeñita. Al
final, tendré que hacer como los isleños, hacer un garaje kilométrico,
para meter mi coche y mi linda barquita, un llaut (que no tengo), que me
sirva para llegar a las calas más bonitas y paradisíacas. Así es
Menorca, para lo bueno y para lo malo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario