Y sigo dándole vueltas a la libreta recién aparecida y es que es
acojonante, pues ví mi primer escrito, que por cierto es infumable, pero
tiene el mérito de ser el primero y además hecho dentro de la trena. De
aquellas y hablo de hace 15 meses yo no sabía que me gustaba escribir,
que s,i que me gustaba pero hacía más de 30 años que no lo hacía, salvo
algún amago por el medio. Y cuando descorché la botella en el mes de
Junio pasado, han salido escritos como churros. Alguien me dirá que lo
llevaba dentro y es verdad lo llevaría, pero como tardara´un poco más,
ya me veía escribiendo desde el otro lado del abismo, desde el infierno
más profundo. Volviendo al loquero, el loquero era una pasada, allí
metido en el medio de un pinar y en la parte alta de Barcelona, todo un
lujo de loquero, pero loquero, al fin y al cabo.
La llegada era bestial, pues con mucha educación te pedían que sacaras
todo de los bolsillos y una vez revisado, que te pusieras en pelota
picada y que te dieras la vuelta, vamos que no te metían el dedo por el
culo por milagro. yo a mi edad y con los cuatro pelos que tengo, y
enseñando mi lirondo culo, ¡Qué pasada!. Después te revisaban la ropa
exhaustivamente, tocando las costuras y dándole la vuelta a la ropa y
que no llevara ni un cordón, no vaya a ser que tuvieras la tentación de
colgarte. T e requisaban el neceser, por eso de la prevención de
cortarte las venas o la yugular o la garganta y aguita, y primera
sobredosis de medicamentos. Al cabo de una hora andabas dando tumbos
como una pelota, de pared en pared y tiro porque me toca. Del bombazo
que te metían te quedabas sobado hasta de pie y así arrastrándote como
un gusano, aterrizabas o te hacían aterrizar, en el comedor comunitario y
allí te presentaban en sociedad. Del zumbe que llevabas no te enterabas
de nada, ni de como se llamaban los compis, ni que cara tenían. ya habría tiempo de conocerse mejor.
En ese primer día observé a otro zombi, a uno que iba más traspuesto
que yo y ni fuimos capaces de mirarnos a la cara y por supuesto no
probamos nada del magnífico menú con que nos obsequiaban (sic),
simplemente nos quedamos sopas encima de la mesa. Despues siguió la cura
de sueño y durante dos días sólo sobabas y te levantabas sólo para
hacer que comías. Y así durante dos o tres días, dependía de la
megadosis de fármacos y al cabo de ellos venía un médico a hacerte una
exploración física minuciosa. Lo peor que se llevaba era la exploración
de la marcha y la del equilibrio, pues si te era difícil mantenerte de
pie, pues sólo hay que figurarse los equilibrios que podías hacer, si
parecías un pato mareado.
El médico
susodicho, tenía un buen método para despertarte y era su puta
halitosis, ese olor a pescado podrido que salía por su boca, te daba de
pleno en la pituitaria y sólo deseabas que se acabara de una vez la
exploración. Pensé varias veces en decírselo, que bebiera lejía o un
vaso de aguafuerte, pero no estaba yo para dar recomendaciones o sea que
cogí la vía más rápida, que era la de acabar lo antes posible.
Ese olor a pozo negro aún hoy soy capaz de recordarlo, ese olor
ancestral, ese olor a cloaca de los infiernos, y era eso, era una
tortura china, era peor que el mes que pasé en el loquero. Y el tío como
si nada y acercaba su asquerosa boca a mi cara y aquella bocanada de
mierda resesa, y...y... y mejor no sigo con éste tema, pues aún me
produce arcadas.Ahora ya pasado el tiempo, pienso en que a lo mejor
escogieron a ese médico a propósito, pues superada la prueba de su
halitosis, ya sólo querías mejorar y salir de allí y no volver nunca
jamás de los jamases y claro su estadística de altas era para enmarcar.
Era imposible que alguien en su sano juicio y sin estarlo también,
quisiera pasar de nuevo por la prueba halitósica. Asi y de momento
concluyo, me mejoría inicial, fué gracias a éste método tan asqueroso.

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