LOS SONIDOS DE UN PUEBLO (Música de fondo)

Es curioso lo de los ruidos, pues uno está tan habituado a ellos, que cuando te faltan te sientes extraño. Uno necesita el ruido urbano, el ruido de motores de coches, de voces de personas, de campanas que tocan y te haces con ellos y observas que en cada sitio son diferentes. Aunque sigo prefiriendo el ruido de la naturaleza, del mar o del viento o el ladrido de un perro. Somos tan urbanitas que después de venir de ambientes tan ruidosos como hay en las ciudades, va  y aterrizamos en medio del campo y nos incordia y molesta y hasta nos desvela el canto de un gallo y esto no lo digo porque sí, es que me ha pasado, no a mí, y no por nada, es porque estoy más acostumbrado al ambiente del campo. Yo nací en barrio urbano con campo o mejor dicho con muchos descampados y allí se mezclaba todo, los cantos de gallos, con el de los pájaros, con los ruidos de motores y bocinas o sea ruido de ambiente fronterizo.

                             Los veranos ya era diferente y el ruido predominante era el mar, pues veraneábamos cerca de la playa y allí en la ventana de mi habitación o lo que era mi palco preferido, escuchaba con avidez los grandes conciertos que me brindaba el mar amigo, claro que para oirlos tenía que esperar la llegada de la noche. Del día predominaban los mugidos de vacas, los pajarillos y los ladridos de los perros y la voz aguda de mi madre llamándome a filas.

                             Después me trasladé a Santiago de Compostela y ya me tocó vivir en jaulas-pisos y allí me volví sordo a los ruidos exteriores y así hasta que me fuí a vivir a la plaza de las Bárbaras en A Coruña y posterirmente a Corcubión, donde me empecé a reconciliar conmigo mismo y de nuevo volvieron a mis oídos los antiguos sonidos, el ruido de las olas, el silbido del viento y el canto de los gallos. Y a partir de ahí la jodí, pues una vez probado de nuevo un pastel tan dulce, ya no hay quien te haga probar otro. Ahora en Menorca vivo y por otras razones que no viene a cuento contar, en un pueblo pequeño, que me recuerdan sus ruidos a mis primeros años, cuando vivía en el barrio. Escucho a los pájaros, a las campanas de la iglesia, el ruido de unos cuantos motores y por supuesto el canto de los gallos y duermo tan placidamente como un  recién nacido. Ahora mismo escucho un camión con su voz grave, el murmullo de los coches, unas cuantas voces callejeras y al fondo se oyen el repicar de las campanas, ah! y bueno el sonido de como se rasca mi perro. Todo un completo y un buen surtidillo de sonidos en pleno día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

JULIO CORTÁZAR