EL LOQUERO

       ¡Joder!, como pasa el tiempo, ya van casi dos años desde que ingresé por  segunda y última vez en la  trena de los locos o en el psiquiátrico y como siempre pasa, parece que fue anteayer. Bueno siempre pasa cuando estás bien, pues si estuviera mal el tiempo no pasaría, al revés me vería constantemente en el mismo día. Pues nada, que han pasado dos largos años y a pesar de estar bien o muy bien, a veces me entran ganas de volver y supongo que será para sentirme comprendido. Pues allí se te reconoce por lo que eres, un pirado por los 4 costados y a veces tienes esa necesidad de sentirte identificado.

No sé, pero verte con tus congéneres y sentirte rodeado por ellos y en ese ambiente donde lo único que importa es el estado del ánimo, pues parece mentira, pero te da seguridad identificatoria. Allí no importa lo que eres y tampoco lo que tienes, allí eres un tío más dentro de un loquero y que se supone por tanto que eres un débil. Hay quién le llama, débil mental. Pero allí da igual como se llame, allí solo importan los sentimientos que da el miedo. Miedo a vivir en ésta sociedad, miedo a las relaciones, miedo a las drogas, miedo al trabajo, en fin, miedo a todo.

Y un mes de terapia intensiva y el día dedicado íntegramente a las diversas terapias. El loquero, como todo lo fuerte e intenso, te deja marcado para el resto de tus días. Y es que nunca más volverás a vivir esas sensaciones tan crudas, que no sé si son buenas o malas, porque es bueno verte desnudo, pero es malo si sigues desnudo cuando el invierno está llegando. Me refiero que allí en el loquero, te conviertes en un tío hipersensible y delicado y cuando sales a la calle lo sigues siendo y ese es el peligro que tiene, que en la calle no puedes ser tan vulnerable. En la calle, solo valen las mentiras y la hipocresía  y eso te obliga a ponerte la coraza, la coraza que llevamos cada uno en nuestra

vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

JULIO CORTÁZAR