Yo confiaba en ti, confiaba,confiaba en tus palabras, en tus risas,
y en tus abrazos,
confiaba en que te acordarías de mi,
y de aquella playa y de la marea baja,
y de aquél baño a la luz de la luna,
yo creía que sí,
que te acordarías de hacer el amor
y sobre la arena mojada,
y orgasmos y abrazos y besos,
y mientra te acariciaba el pelo,
tú hacías regueros de besos en mi cuello,
y caminos y senderos
y escaleras al cielo,
y era cuando el mundo era nuestro,
o eso creíamos, ¡qué era nuestro!,
no había temor, no había miedo,
no había dudas, ni resquemores,
todo era limpio y cristalino,
y si había algún pecado,
por supuesto que no era el nuestro,
nosotros solo éramos dos esponjas vivas,
dos seres sedientos de amor
y que solo cumplían un rito,
el rito de hacer el amor
y así alcanzar la gloria.
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