LA SECTA DEL NABO

Y ahora que casi soy vegetariano, digo yo, que pensaré en verde y eso no sé si es bueno o malo. Porque sino digiero sangre roja y proteínas animales, el gusto animal se me atrofia y ya puede pasar un ternero deshuesado delante de mis narices, que yo no me inmutaré, ni moveré un sólo pelo. En cambio si pasa un Nabo con alas, me pasa como al red bull, que vuelo para cogerlo. Y como siga así, dentro de poco no querré nada que sea de muerto y hasta el pollo, que es lo que único que me permiten, lo miraré con odio.

Porque uno a todo se hace y si tú objetivo es claro y diáfono, ya no  te haces, sino que te conviertes en uno más de la secta. En éste caso en la secta del Nabo. Yo que fui carnívoro toda mi vida y la carne animal y la del pescado formaron parte de mi vida y ahora y en aras a la diosa vegetariana, resulta que odio la sangre fresca y reluciente. En la secta del Nabo, sólo entran verduras y vegetales y algunas frutas, que no todas y un poco de pollo tieso y seco, o sea pechuga insulsa e insabora.

Y verdes son mis prados y verde se me pondrá la piel y las encías sangrarán en verde satinado. Y me pondré calzoncillos verdes y mi camisa será verde botella y cagaré en verde marrón, y la única ventaja que tengo con todo esto, es que mis ojos ya son verdes y además que el color verde en la ropa me gusta. Pero la pregunta del millón, ¿como será soñar en verde?.

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JULIO CORTÁZAR