TARDES OTOÑALES

Claro que hoy es Viernes y los Viernes ya se sabe, son días de precalentamiento del fin de semana. No como yo hacía antes, que me ponía carioco el Viernes y el Sábado ya estaba para que me tiraran a la basura.  Me entusiasmaba tanto con la película que se me iba la pelota y adiós fin de semana. Porque la resaca era pastosa y con fuertes dolores de cabeza y cuando conseguía dominarla, pocas veces, el sábado  era día propicio para darse una vuelta por el campo o por la playa.

Es decir, era día de actividades lúdicas tranquilas, ya se sabe, paseos y recogimientos personales. Los pocos días en que conseguí dominar mi resaca, fueron tardes espléndidas y preciosas, fueron tardes de soles otoñales, de rayos tangenciales, de lluvia fina, de luces y de sombras y de mares embravecidos. Recuerdo especialmente el Otoño, el maravilloso otoño de mi tierra gallega y en consecuencia, la estrella del otoño, la búsqueda de setas en la profundidad de los bosques.

Cuando recopilábamos muchas setas, nos hacíamos un papeo con ellas y ya era una cena colectiva segura y después ya empezaba el cachondeo de nuevo. La noche de cachondeo y sin hora y hasta caer muertos o casi. Hubo noches memorables, pero hubo muchas otras que fueron sin sustancia y éstas últimas fueron las peores, pues como veías que no era tú noche, te agarrabas a la botella con pasión y alevosía. Después y a última hora y cuando casi te caías al suelo, hacías un último intento baboso y para ver si alguien caía en tus redes. Desde luego si caía alguien, por lo menos tenía que estar al mismo nivel alcohólico que tú estabas o sea,

era como encontrase dos ciegos en medio de una discoteca.

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JULIO CORTÁZAR