TENGO Y NO TENGO

Yo no tengo yates de lujo o sin lujo, yo no tengo un castillo ni de los verdaderos, ni de los hinchables, tampoco tengo un jet privado, tengo en el que trabajo y eso ya es tener algo. Pues puedo sacarme fotos de lujo, yo subiendo las escaleras del avión, yo al lado de mis pilotos, yo dando besos de despedida al viento.
Bueno, que aún le puedo sacar cierto juego. Eso sí, tengo un puto coche de mierda que ahora está enfermito en el taller (está más en el taller que conmigo).

También tengo una casa que parece un palacete, no por el lujo que destila, sino y más bien por el tamaño que tiene. Tiene más de 100 años y por sus paredes rezuman antiguos espíritus y en el silencio de la noche, se oyen voces entrecortadas y jadeantes. Y puede que como pasa en algunas películas, que sea porque un anterior inquilino emparedó a alguien entre sus paredes y ahora a mi me hablan y para que los libere de su celda de castigo, que al parecer les oprime un poquito. Hay un gran sótano cavado en la puta roca, pues de ahí sacaron toda la piedra con que construyeron la casa. Piedra de marés, se llama.

Los techos  son todos altos y también las puertas y los goznes. Todo es a lo grande, claro que eso tiene un problema colateral, que es como llenar semejante pedazo de casa. Pero bueno, se van haciendo amaños y comprando muebles en sitios que anuncian su finiquito o su liquidación total y absoluta, que ahora con la crisis, son más abundantes. Aquí es más caro vivir que en el mismo New York. Pero como pasa siempre con todo lo que es bello, que está muy cotizado y aquí, hay belleza por todos lados. Pero también hay mucha miseria. Uno sube los precios para despellejar a los guiris y después ese precio, se queda. Así de tontos, somos los humanos.

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JULIO CORTÁZAR