Que todo sube, que toda baja y que nada permanece en su sitio, ya lo sabemos por propia experiencia. Joder si lo sabemos. Yo creo que fue una de las primeras cosas que aprendí en ésta vida. Mis momentos de felicidad eran cortos y lo sabía. Sabía que después de una cuantas risas vendrían los lloros mocosos. Pues porque en esa montaña rusa me crié, en mi casa natal se pasaba de un estado al otro, como si fuéramos bipolares (cosa que tampoco descarto). La felicidad se repartía a cuentagotas y a dosis mínimas, pero como todo tiene su truco, yo me echaba sus gotas con más frecuencia.
Pero siempre se funcionó a ratos, pero siempre tirando para el lado oscuro de la película. O sea se estaba más tiempo enfadado o cabreado, que sedado. No sé, era como decir que el estado de ánimo ideal, era estar enfadado con el puto mundo. Por tanto estar demasiado feliz o estar más tiempo del que tocaba (que podían ser como mucho, algunos minutos), era una agresión a aquél ambiente familiar tan lindo y cariñoso. Porque el que busca siempre encuentra y siempre te encontraban un motivo para darte una buena ostia.
Después fui aprendiendo a no manifestar mis sentimientos y por eso de no seguir recibiendo ostias. Por tanto me puse cara de póker y me hice casi mudo. A lo que mi Madre le llamaba, ser un chico huraño. Y porque no hablas y porque no dices, me preguntaba mi Madre y yo calladito como un peto. Yo sabía de que iba la película, daba mi opinión y como nunca coincidía con la suya, pues me caía una ostia a modo de propina y otra, para que te expreses mejor, que eres un maleducado.
Pero siempre se funcionó a ratos, pero siempre tirando para el lado oscuro de la película. O sea se estaba más tiempo enfadado o cabreado, que sedado. No sé, era como decir que el estado de ánimo ideal, era estar enfadado con el puto mundo. Por tanto estar demasiado feliz o estar más tiempo del que tocaba (que podían ser como mucho, algunos minutos), era una agresión a aquél ambiente familiar tan lindo y cariñoso. Porque el que busca siempre encuentra y siempre te encontraban un motivo para darte una buena ostia.
Después fui aprendiendo a no manifestar mis sentimientos y por eso de no seguir recibiendo ostias. Por tanto me puse cara de póker y me hice casi mudo. A lo que mi Madre le llamaba, ser un chico huraño. Y porque no hablas y porque no dices, me preguntaba mi Madre y yo calladito como un peto. Yo sabía de que iba la película, daba mi opinión y como nunca coincidía con la suya, pues me caía una ostia a modo de propina y otra, para que te expreses mejor, que eres un maleducado.

No hay comentarios:
Publicar un comentario