FLEXIBLES

Lo mio no es cantar al alba como antes hacían los Gallos (y digo hacían, porque ahora ya les da igual la hora) ni dar conciertos de música melódica, lo mía es música jevi a la hora de mayor audiencia. Para que andarse con tonterías de flautas salchicheras, yo guitarra eléctrica, batería y a todo trapo. Para gustos se pintan colores, pero sinceramente y hablando en plata, no me gusta ningún de esos dos tipos musicales, ni la música estridente pasada de decibelios,  ni la música que se acompaña con una flauta. Ya padecí los flautas de mis hijos, las que tenían que tocar para aprobar música.

Porque con los hijos sí que aprendes a ser flexible. Que no te gustan los dibujos animados, pues con los hijos te vasa tragar desde Bob Esponja al Pato Donalds y pasando por Caperucita y los 100 Dálmatas. Que no te gustan las películas de violencia, pues vas a chupar tiros y tiros y alguna metralleta indeseable. Que te gusta el silencio en la casa, pues olvídate de ello, la casa se cubrirá de gritos, risas y chillidos. Que te gusta tener un sitio más íntimo en tú casa (por ejemplo, un estudio) y por estar unas horas a tú bola, pues acostúmbrate a que entre uno y después el otro y el tercero un poco más tarde.

Los hijos te rompen los esquemas que tenías. Es más te los dejan hechos añicos y te vas a enterar para lo que valen las manías. Las manías valen para ser rotas y destrozadas. La paz del hogar, es la guerra diaria, los chillidos molestos son el pan de cada día, pero también lo son las risas, que es la otra cara de la moneda. Supongo que cuando se empiecen a ir (ya sólo quedan unos meses), sufriré el síndrome del nido vacío y echaré en falta toda su variopinta parafernalia.

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JULIO CORTÁZAR