Bueno pues éste año ya se hicieron las fiestas de éste pueblo perdido. Pero la verdad, es qwue no puedo contaros muchos, pues huí como un cochino. Y menso mal qie eran sólo dos días de fiestas y yo me fuí a dormir a un hotel de una playa cercana, lejos del bullicio festeiro y del de mi casa, pues estaban añadidos a dormir en mi sacrosanta casa como veintitantos niños, si niños se les puede llamar a tiarrones de casi 18 o 19 años. Yo tenía Guardia al día siguiente y a las 10 de la noche ya estaba metido en el sobre, pero ¿qué le iba hacer?, ¿ir sobado a la Guardia? o ¿ir como toca?.
Me duele y mucho no haber podido estar en las fiestas de mi pueblo, pues seguro que me lo hubiera pasado muy bien. No sé, la cosa va como va en todos los pueblos pequeños o sea todo el año la gente se espera para desmadrase en las fiestas y yo quisiera ver bailando a la bruja que tengo enfrente y al gilipollas de al lado o al tontainas que tiene cara de sufrido, todo borracho y patoso. A mi me gusta disfrutar de las cosas y de la gente y por ver la cara de algunos papahostias hubiera pagado, pero señores, ¡no pude! y parece mentira que un tío hecho y derecho, como soy yo, diga que el atractivo de unas fiestas populares sea ver la borrachera del que nunca se emborracha, pero así es la vida, así de cruel y así de dura.
Yo creo que en la otra vida ya me divertí lo suficiente y ya me bebí varias bodegas enteras y por eso, ahora ya estoy saturado de bailes y borracheras. Ahora me gusta ver la retranca de las cosas, la cara B del asunto, lo que hay detrás de las sombras, lo escondido y lo que no tiene nombre. La normalidad me produce sarpullidos y ya no me conformo con las apariencias, pido la autenticidad o pido la esencia de las cosas. Claro que en un Pueblo pequeño, me tengo que conformar con lo que hay y no siempre hay lo que buscas y tienes que rebuscar entre las conciencias para encontrar algo que merezca la pena y sino, para algo tengo la escritura, para viajar por el mundo sin fronteras.
Me duele y mucho no haber podido estar en las fiestas de mi pueblo, pues seguro que me lo hubiera pasado muy bien. No sé, la cosa va como va en todos los pueblos pequeños o sea todo el año la gente se espera para desmadrase en las fiestas y yo quisiera ver bailando a la bruja que tengo enfrente y al gilipollas de al lado o al tontainas que tiene cara de sufrido, todo borracho y patoso. A mi me gusta disfrutar de las cosas y de la gente y por ver la cara de algunos papahostias hubiera pagado, pero señores, ¡no pude! y parece mentira que un tío hecho y derecho, como soy yo, diga que el atractivo de unas fiestas populares sea ver la borrachera del que nunca se emborracha, pero así es la vida, así de cruel y así de dura.
Yo creo que en la otra vida ya me divertí lo suficiente y ya me bebí varias bodegas enteras y por eso, ahora ya estoy saturado de bailes y borracheras. Ahora me gusta ver la retranca de las cosas, la cara B del asunto, lo que hay detrás de las sombras, lo escondido y lo que no tiene nombre. La normalidad me produce sarpullidos y ya no me conformo con las apariencias, pido la autenticidad o pido la esencia de las cosas. Claro que en un Pueblo pequeño, me tengo que conformar con lo que hay y no siempre hay lo que buscas y tienes que rebuscar entre las conciencias para encontrar algo que merezca la pena y sino, para algo tengo la escritura, para viajar por el mundo sin fronteras.

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